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Carlos Semprún Maura

La desbandada victoriosa

El poder de los sindicatos no les viene de sus afiliados, que ni siquiera llegan al 9% de los asalariados, les viene del Estado a través de subvenciones y de su participación con voz y voto en un sinfín de organismos estatales.

Hace unos doce años, un amigo con graves dificultades se vio expulsado de su piso, después de que le hubieran cortado el teléfono, la electricidad y el gas, porque estaba en la imposibilidad de pagar las facturas y el alquiler. Negociando en la alcaldía de su barrio, para evitar males mayores, una funcionaria municipal le dijo: "Usted tiene derecho al RMI" (Revenu moyen d’insertion, jerga burocrática para designar un subsidio de paro). "¡Pero yo no quiero pedir el RMI! ¡Estoy buscando trabajo y lo encontraré!", contestó. La funcionaria le miró como si fuera un loco peligroso y asocial, y estuvo dudando si enviarle a la cárcel o a un manicomio. A mí me dijo mi amigo: "¡Recibir limosnas del estado, ¡ni hablar! Sería humillante." Desde entonces ha encontrado trabajo, como lo testifica su recobrada elegancia, sin haberse humillado.

Recordaba su ejemplo estos días de aquelarre, en los que se manifiesta el borreguismo de masas y la torpe cobardía de la clase política. Como estaba previsto, este lunes 10, por la mañana, el presidente y el gobierno se han rajado pública y oficialmente. Un comunicado del Elíseo, seguido de una breve declaración del primer ministro Villepin, nos anuncian que el CPE se verá sustituido por una serie de medidas "a favor de los jóvenes en dificultad". ¿Qué medidas? Se elaborarán y se discutirán los días venideros. En la radio, los comentaristas se preguntaban si los sindicatos se iban a dar por satisfechos, concretamente los de estudiantes, que habían llamado a una nueva jornada "mundial" de protesta para mañana martes. Tanta interrogación podría parecer extraña, puesto que los sindicatos han ganado y el gobierno, si no retira el contrato de primer empleo, lo sustituye por una ensalada rusa, lo cual viene a ser lo mismo. No habría, pues, motivo para seguirse manifestando.

Resulta que el tan traído y llevado CPE es lo de menos; por lo que luchan los sindicatos es por mantener el modelo soviético francés por un motivo obvio, aunque jamás citado: el poder de los sindicatos no les viene de sus afiliados, que ni siquiera llegan al 9% de los asalariados, les viene del Estado a través de subvenciones y de su participación con voz y voto en un sinfín de organismos estatales, en el mundo laboral, en la Seguridad social, etcétera. En una palabra, forman parte de la burocracia estatal; si se reduce dicha burocracia, se reduce el poder sindical. Reformar el código del trabajo y liberalizar el mercado laboral arrinconaría a los sindicatos a lo que realmente son: una ínfima minoría de trabajadores. Y en cuanto a los sindicatos estudiantiles, funcionan como juventudes "revolucionarias" de los partidos de izquierda y a sus órdenes, y como claramente lo están proclamando en sus manifestaciones, lo del CPE les importa un bledo. Además no les concierne, lo que les importa es tumbar al gobierno en la calle. En esta óptica, lo más probable es que manifiesten mañana.

El pasado viernes por la tarde, en elBoul’ Mich, un automovilista se negó a acatar el chantaje de los piquetes que prohibían el tráfico. Quiso pasar. Se armó una trifulca, los manifestantes destruyeron su coche, enviaron al automovilista recalcitrante al hospital, tras una buena paliza, y para colmo un juez le imputa ante los tribunales, por ser el único responsable de todo. Es verdad, tiene veinte años; ¿qué hacía en su coche, en vez de estar cortando el tráfico y rompiendo los escaparates de las librerías, como Dios manda?

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