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Agapito Maestre

Paranoia política y social

Cataluña es, hoy por hoy, la región de España menos ilustrada, porque no ha conseguido situarse a la altura de los tiempos.

Cada vez valen menos las categorías políticas para analizar lo que está pasando en Cataluña. El no de ERC al Estatuto de Cataluña es determinante para comprender el nacionalismo catalán. Las consecuencias son claras: el Ejecutivo de Maragall es inviable y el Gobierno de Zapatero es esperpéntico. El desenlace era previsible. El ridículo. Ese ridículo, que hace daño incluso a los observadores más indulgentes del nacionalismo, es el balance final de la política nacionalista de Cataluña. Es el bochornoso ridículo que deberán también soportar los votantes de esos botarates políticos. Por supuesto, esto no es sólo una cuestión de políticos, como algunos creen. Aquí está manchado, como dice el castizo, todo el mundo. Boadellas ha sido explícito: "Nadie ha colocado ningún cartel" (para no asistir a las representaciones de sus obras de teatro). "Todo el mundo sabía lo que tenía que hacer." ¿Cómo acabará esta situación? Sin duda alguna, haciendo otra vez el ridículo. El problema catalán no tiene solución, sólo "conllevanza" como decía Ortega. Volverán, pues, a enfrentarse entre ellos y vuelta a empezar, pero siempre haciendo el ridículo, o sea, otra vez comenzarán a perorar sobre su ridícula identidad, que no es otra cosa que odiar lo español, o sea, a ellos mismos.

El fracaso del nacionalismo catalán, en su versión de Maragall y ERC, y muy especialmente el no al Estatuto separatista de los propios separatistas, ha puesto en evidencia, por enésima vez, el ridículo que hace esta gente todos los días. El bochorno es tan grande que uno tiene la sensación de que a la mayoría de los ciudadanos de España les importa un bledo el rollo catalán. Allá ellos. En los corrillos la frase dominante es: "Lárguense de una puñetera vez, por favor, pero no molesten". El personal está tan harto de tipos como Carod o Maragall como de Mas y Pujol. Han fracasado. Peor, han caído en lo grotesco sin sentir vergüenza. Por fortuna, ya no engañan a nadie. Maragall es un político amortizado. El PSOE está sin rumbo. Los comunistas no son nada y ERC sigue siendo lo que le dicta su naturaleza y tradición, o sea, un partido de gamberros y traidores. Y de Montilla para qué hablar...

Los españoles de bien miran con desprecio a los políticos catalanes y miran con inquietud la locura colectiva que los soporta. Mientras los votantes de esta gente sigan anestesiados de esa enfermedad colectiva, esa paranoia común, llamada nacionalismo, la cosa aguantará, pero cuando se pase el efecto de la droga nacionalista, o sea, el odio y el resentimiento a España, se enfrentarán entre ellos. Siempre fue así y seguirá siéndolo. De hecho, ya ha comenzado el enfrentamiento del que culparán a cualquiera excepto a ellos mismos. Cataluña es, hoy por hoy, la región de España menos ilustrada, porque no ha conseguido situarse a la altura de los tiempos. Sus políticos han querido reducirse a una "nacioncilla", cuando la globalización lo define todo, pero sólo han conseguido que la gente los mire con desprecio, porque el personal ha descubierto que sólo pretenden atrincherarse en unos privilegios regionales a costa del bienestar y libertad del resto de los españoles.

El egoísmo ridículo de este personal ya es famoso en el mundo. La España ilustrada y cosmopolita, España, ha descubierto definitivamente la pobretona e ignorante avaricia de estos políticos obtusos. Todo fue siempre apariencia. Fachada. La única novedad en este proceso es que un político destrabado y obsesionado por romper las reglas de la democracia, Zapatero, les ha ayudado a parir este ratón. El menguado Zapatero no es sin el raquítico nacionalismo catalán. Lo grave es que ese inmenso ridículo, Cataluña, ha contaminado, como ha dicho Boadella, toda la política española. Al fin, la decisión esperpéntica de Esquerra ha dejado al descubierto toda la política de Zapatero. Todo es un esperpento.

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