Menú
Juan Carlos Girauta

Pensar bien o mal

Han fracasado estrepitosamente en su objetivo de integrar al independentismo en el sistema, de comprometerlo con un estatuto de autonomía de largo aliento. Porque esa era la excusa, no hay que olvidarlo, para la coyunda contra natura.

Cabe saludar la expulsión de ERC del gobierno catalán como la primera decisión razonable de Maragall desde que alcanzó la presidencia. Tan razonable es, que resulta inquietante que llegue precisamente cuando la convocatoria de elecciones anticipadas era inevitable. Porque el anticipo no obedece a la expulsión sino al revés: ya que hay que anticipar, mejor no llegar revueltos.

Nos ahorramos el espectáculo de un gobierno pidiendo a la vez el y el no en el referéndum. Pero que nadie se engañe: el radicalismo de ERC, su carácter asambleario y sus excesos nunca han preocupado gran cosa a Maragall. Carod ha podido exhibirse chulesco: "si alguien quiere, que se vaya", le soltaba al PSC su pequeño socio. Y antes, ha podido imponer como conseller de Governació a un ex Terra Lliure que estaba siendo investigado por extorsionar a funcionarios. Y antes, pudo reunirse con la ETA como presidente en funciones.

A Carod se lo han aguantado todo los socialistas. Si no lo hacen ahora es por alguna razón. Aun así, si decidiéramos no pensar mal, la conclusión no sería más favorable: han fracasado estrepitosamente en su objetivo de integrar al independentismo en el sistema, de comprometerlo con un estatuto de autonomía de largo aliento. Porque esa era la excusa, no hay que olvidarlo, para la coyunda contra natura. Repito, han fracasado. Por completo. No han comprometido a ERC con nada; por el contrario, los de Carod se han crecido y son la tercera fuerza política de España. Tampoco han conseguido un estatuto de autonomía duradero que garantice la estabilidad; ha sido al revés: han acabado con el estatuto que ya había logrado todo eso para sustituirlo por una pieza cuyos principales contenidos siguen abiertos a la inmediata y voraz revisión de los nacionalistas.

Por empeño de su clase política, Cataluña no abandona la agitación desde la precampaña de 2003. El tripartito no nos ha dado más que sobresaltos y el tetrapartito no ha producido más que omertá y obsesión esencialista multiplicada. Este período que terminará en las elecciones de otoño también ha dado a luz, por reacción, una rara ave que hay que saludar: un partido de izquierda no nacionalista. Pero ojo con las extrapolaciones. Por suerte o por desgracia, Cataluña no funciona como laboratorio de pruebas: la estructura del voto catalán, los trasvases dependiendo del tipo de comicios y, en fin, nuestra sociología política, no son exportables.

Lo peculiar del PP es que viene aglutinando todo el voto de no-izquierda. Es su virtud y también su necesidad. Ha de seguir atrayendo a liberales, conservadores y muy conservadores. Si no lo logra, está perdido. Pero en Cataluña el eje izquierda/derecha casi no cuenta; la variable decisiva es la posición ante el nacionalismo. Y ahí Ciutadans habla más claro que el PPC, que confiaba al menos con obviar tal competencia en las generales. Piqué verá escapar, ahora y en el 2008, muchos de sus votos supuestamente naturales hacia un partido laicista (Oh, sí) y de izquierdas (¿Cómo es posible? ¡Ah!). Es lógico que suceda. Pero lo que no se puede negar es que el PP tiene un problema. Y Alejo no va a volver.

En España

    0
    comentarios