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EDITORIAL

Un fracaso del Gobierno

Podemos congratularnos de haber visto hoy a una AVT más unida que nunca con su presidente. Han intentado dividir y anular a las víctimas y han fracasado.

Que el Gobierno socialista sea incapaz de construir unas buenas relaciones con los países que deberían ser socios y amigos no es noticia. Que opte por no acometer las reformas económicas fundamentales que España necesita tampoco. Ya, desgraciadamente, poco puede esperarse de Zapatero y los suyos en el terreno de las libertades y la cohesión nacional. Sin embargo, sorprende y alegra que una de sus más fuertes apuestas en el terreno en el que es consumado especialista, el sectarismo y la propaganda, haya fallado tan estrepitosamente.

Eso que llaman, sin que el rubor enrojezca sus mejillas, "proceso de paz", y que no es sino rendición ante la ETA, requiere para su realización de una sociedad civil anestesiada que trague no sólo con el precio que el Gobierno está dispuesto a pagar –las reivindicaciones históricas de la banda– sino con las cesiones que ya ha hecho para lograr el anuncio del "alto el fuego" permanente. El principal escollo con el que el ministro Rubalcaba se encuentra para mantener a la opinión pública en la siesta y el fútbol no es el PP; son las víctimas del terrorismo, que se niegan, con toda razón, a que las muertes de los suyos acaben sirviendo para premiar a los asesinos.

Como la estrategia de la rendición ante la ETA lleva años en marcha, el Gobierno intentó primero domeñar a la AVT por medio de Gregorio Peces Barba. La respuesta fue la primera manifestación que esta asociación organizaba en toda su historia. El Ejecutivo, visto que no iba a contar con la aquiescencia de las víctimas, decidió intentar destruir su imagen y, de paso, la del PP, a los que procuraría colgar el sambenito de violentos y antidemocráticos. Fue el "caso Bono", que esta semana ha conocido la primera sentencia judicial que acusa a unos funcionarios de Policía de detener ilegalmente a dos militantes del partido de la oposición por el mero hecho de serlo, sin que hubiera habido siquiera delito.

Desde entonces, el Gobierno ha procurado destruir la imagen de Alcaraz y, con él, de la AVT, acusándolo de partidista. Intenta hacer olvidar así que las víctimas siempre han estado en el mismo lugar, durante mucho tiempo solas, más tarde acompañadas por el PP y, durante un breve periodo, hasta pensamos que también por el PSOE. La respuesta de la ciudadanía se ha plasmado en la calle, en números tan aplastantes como ridículos fueron los intentos del ahora dimitido Constantino Méndez de intentar reducir su impacto.

El último intento ha sido el de sustituir a Alcaraz y la actual junta directiva por otra que fuese más "comprensiva" con el Gobierno que no califica de "atentado" el de Barañáin para que sus informes de verificación continúen impolutos, impidiendo así el acceso de las víctimas a las ayudas a las que tienen derecho. Quizá pecó de ingenuo Alcaraz, no previendo que algo así podría ocurrir y que fuese a hacerse con tan malas artes. Pero, al menos, podemos congratularnos de haber visto hoy a una AVT más unida que nunca con su presidente. Han intentado dividir y anular a las víctimas y han fracasado. Disfrutémoslo pues, en el terreno del sectarismo, la demagogia y la propaganda, no sucede muy a menudo.

 

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