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La vergüenza de Europa

Se ha vuelto a ver con el desgraciado caso de Hirsi Ali. No se protege a las víctimas. Al igual que para Zapatero, las víctimas resultan demasiado molestas. Es mucho mejor otra alternativa más radical, borrarlas de nuestras vidas.

Ayaan Hirsi Ali era hasta ahora diputada holandesa de origen somalí. Vivía protegida por la policía de su país desde que el director de cine Theo Van Gogh fuera salvajemente asesinado por un terrorista islámico a finales de 2004 y ella misma recibiera amenazas mortales, creíbles, por haber colaborado con él en una película en la que se denunciaba la situación a la que se ve sometida la mujer en el Islam. Ahora deja Europa para refugiarse en los Estados Unidos.

Quienes no la soportaban dicen que se debe a que mintió para conseguir ser aceptada en Holanda y que por ello debe ahora marcharse. En realidad, se exilia porque un juez ha atendido la demanda de sus vecinos, quienes consideran insoportable tener que convivir con una amenazada por el fundamentalismo islámico, ya que tienen miedo de sufrir daños si la atacan. El temor a los verdugos islamistas ha prevalecido y el juez ha conminado a Hirsi Ali a que abandone cuanto antes su hogar.

La historia resultaría patética de no exponer crudamente lo que está pasando en Europa, una Europa que cada vez se parece más a la Alemania de Weimar, solo que en lugar de camisas marrones hitlerianas nos encontramos ante el terror islamista. En Europa se tiene miedo. Se tiene miedo a una ideología de la muerte que no perdona que nuestros valores consigan para la gente unas condiciones de existencia mucho mejores que todo lo logrado por el Islam durante siglos, ni que creamos en la tolerancia, la libertad de expresión, la separación de poderes y, desde luego, en que una religión no tiene que dictar lo admisible en el ámbito público de la sociedad. Aún peor, son unos fanáticos que no quieren permitirnos que manifestemos nuestras opiniones sobre ellos y que están dispuestos a amenazar, a quemar y matar cuando consideran que se sienten ofendidos. En suma, unos dictadores, auténticos islamo-fascistas, que pretenden someternos o eliminarnos.

Los alemanes dejaron que Hitler se hiciera con el poder; los europeos dejaron que Hitler se expandiera. Y si no hubiera atacado Francia, hasta es probable que siguiera instalado en Berlín. Europa tampoco está reaccionando bien ante la nueva amenaza. Todo lo contrario. Se vio con el triste episodio de las caricaturas de Mahoma, donde se intentó escurrir el bulto y se apresuró a implorar perdón por medio mundo árabe. Y se ha vuelto a ver con el desgraciado caso de Hirsi Ali. No se protege a las víctimas. Al igual que para Zapatero, las víctimas resultan demasiado molestas. Es mucho mejor otra alternativa más radical, borrarlas de nuestras vidas.

Ayaan Hirsi Ali ha sido acogida en Washington por elAmerican Enterprise Institute, una línea de defensa moral de eso que se ha venido llamando Occidente y que no es sino la sociedad organizada sobre la libertad individual, el libre mercado y el imperio de la ley. Parece mentira que haya que recordar cuestiones tan básicas metidos como estamos en el siglo XXI. Claro que en una España donde el gobierno ordena detener opositores por cuestiones políticas, se atreve a intervenir en las empresas privadas y no respeta las normas que hemos hecho entre todos en la Unión Europea, se puede temer lo peor. Desgraciadamente, si Europa no cambia de actitud, lo peor está todavía por llegar.

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