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EDITORIAL

Un Estatuto que ni el PSC defiende

El PSC necesita invocar los más bajos instintos de los votantes puesto que no puede apelar a la inteligencia de nadie con un texto como el aprobado por las Cortes.

El eslogan publicitario propuesto por el PSC tiene la virtud de desnudar las escasas virtudes éticas e ideológicas del partido de Montilla, así como la carencia completa de argumentos con los que pretenden fundar su nacioncita. El votante socialista, en Cataluña como en el resto de España –y en el mundo–, está ya huérfano de un pensamiento político y económico coherente y que funcione. En el resto de Occidente, esto ha provocado la formación de difíciles coaliciones entre socialdemócratas razonables y extremistas que aún mantienen su fe en quimeras ya derrumbadas por la realidad y que sobreviven alimentados de ciertos odios patológicos, principalmente a Estados Unidos e Israel.

En nuestro país, la única seña de identidad con que el PSOE se ve capaz de movilizar a su electorado es el odio a la derecha, el sectarismo, la superioridad moral que conlleva "ser de izquierdas" pese a los cien millones de muertos por el comunismo. Más grave aún es esta dolencia en Cataluña, donde la dirección del PSC debe lidiar con unos objetivos y una práctica de gobierno nacionalista, cuando no independentista, y unos votantes en su mayoría procedentes de la inmigración, que votan en mucho mayor porcentaje en las elecciones generales que en las autonómicas porque la "condonación" de Cataluña les trae al fresco. Porque votan PSOE, no PSC, la dirección de éste debe ofrecerles lo único que les une a su electorado: el odio a la derecha.

El partido socialista, sección catalana, es experto en este tipo de reclamos electorales. Es la tercera vez desde 2004 que emplea las siglas del PP en sus eslóganes. Su problema, en esta ocasión, es que a sus votantes el Estatuto parece importarles aún menos que el nombre de quien se siente en el Palacio de la Generalidad. Puesto que el Estatuto es indefendible desde una postura de izquierdas, o sencillamente desde una postura sensata, el único argumento que pueden aportar para llevarlos a las urnas y evitar la falta de legitimidad de un apoyo escaso es emocional. El PSC necesita invocar los más bajos instintos de los votantes puesto que no puede apelar a la inteligencia de nadie con un texto como el aprobado por las Cortes. Se convierte así la campaña del Estatuto en una reedición lustrosa y refulgente del pacto del Tinell, en la que lo importante no es construir, sino destruir a la oposición.

Si existe democracia cuando la oposición acosa al gobierno y dictadura cuando el gobierno acosa a la oposición, no cabe duda que emplear este tipo de lemas muestra el talante totalitario del PSOE. Especialmente cuando, pese a lo mucho que lo criticaron los propios socialistas cuando lo hacía Pujol, Montilla y los suyos identifiquen Cataluña con ellos mismos y sus posturas independentistas, excluyendo de la categoría de "catalanes" a quienes no piensen como ellos. "Cataluña soy yo", vienen a decir, aunque luego critiquen agriamente a quien les recuerde obvios parecidos.

Quizá la campaña del PP debiera recordar al votante socialista que decir "no" al Estatuto sea, posiblemente, su última oportunidad de recordar a los dirigentes regionales de su partido que ellos son y se sienten españoles, y que no desean que su voto se emplee para construir una nación en la que no creen.

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