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Emilio J. González

Los alquileres de Trujillo

El ejecutivo ha renunciado desde el primer momento a hacer lo que de verdad hay que hacer para resolver el problema del alquiler en España, esto es, proteger de forma efectiva los derechos de los propietarios de los pisos.

Desde el primer momento, la creación del Ministerio de Vivienda por parte de Zapatero no ha sido más que un instrumento de propaganda de cara a la galería para transmitir a los ciudadanos la idea de que el Gobierno se preocupa por el principal problema socioeconómico del país, la vivienda, y de que este ejecutivo va a resolverlo. La preocupación es loable, aunque no exclusiva de los socialistas, pero las buenas intenciones por sí solas no bastan si no vienen acompañadas de medidas inteligentes y eficaces, y cuando éstas brillan por su ausencia, cuando en España se sabe de sobra qué hay que hacer para resolver el problema, todo hay que entenderlo entonces como una simple operación de marketing. A los resultados obtenidos me remito.

La ministra de Vivienda, María Antonia Trujillo, anunció en su momento, a bombo y platillo, la creación de la Sociedad Pública de Alquiler (SPA) como panacea para resolver los problemas relacionados con el elevado coste de los alquileres en España y la escasez del parque de viviendas destinadas a este fin que padece nuestro país. Trujillo dotó a la SPA de grandes recursos, incluyendo tres mil funcionarios. Sin embargo, los resultados obtenidos para tan gran despliegue de medios dejan mucho que desear: hasta ahora, la SPA solo ha intermediado en 1.500 contratos de arrendamiento de vivienda, una cifra muy pobre cuando se pone en relación con los medios con que cuenta y con las expectativas que pretendió suscitar el Gobierno con su creación.

El fracaso de la SPA nace de la propia concepción equivocada de la política de alquileres que motivo su creación. El Gobierno creyó que con la intervención del Estado todo se arreglaría cuando lo cierto es que los particulares propietarios de viviendas para alquiler lo último que quieren ver es al Estado inmiscuyéndose en sus asuntos. Y no sólo ellos sino cualquier actor del sector privado de la economía. El Gobierno siempre está bajo sospecha y cualquier iniciativa suya que pueda implicar una suerte de control del sector privado por su parte siempre se ve con recelo y rechazo. Por eso, por ejemplo, están fracasando en España los planes para impulsar la investigación y el desarrollo en las empresas privadas. Esas sospechas se incrementan cuando se tiene en cuenta que el ejecutivo ha renunciado desde el primer momento a hacer lo que de verdad hay que hacer para resolver el problema del alquiler en España, esto es, la reforma en profundidad de la Ley de Arrendamientos Urbanos para proteger de forma efectiva los derechos de los propietarios de los pisos. Sin esa reforma, los alquileres seguirán subiendo mientras el parque de viviendas en arrendamiento no crecerá todo lo que necesita este país.

Con el precio de la vivienda ocurre tres cuartos de lo mismo. En los bancos y cajas de ahorros ya empiezan a detectar su desaceleración y, para los tramos de rentas altas, incluso su caída. Pero este posible cambio de tendencia, si obedece a una acción del Gobierno es, ni más ni menos, que al temor que han inspirado sus declaraciones respecto al problema de la vivienda en los dos primeros años de legislatura. En cambio, hay razones económicas de peso para explicar este posible giro. Por ejemplo, las personas están viendo como disminuye su renta disponible debido a los elevados precios del petróleo y del gas natural; asimismo, quienes piensan en comprar una casa ya saben que los tipos hipotecarios están subiendo y es muy posible que lo sigan haciendo durante los próximos años. Por tanto, si se produce una modificación en los precios de la vivienda no es tanto por aciertos del Gobierno como por las circunstancias económicas y, en cierto modo, por los temores que ha infundido el ejecutivo en quienes han adquirido pisos en el pasado en busca de una revalorización y ahora los están poniendo a la venta. Y quien dude de esto último no tiene más que darse un paseo por las calles de Madrid y ver como se están llenando de anuncios de viviendas en venta, anuncios que hace un año prácticamente no se veían por sitio alguno. En resumen, mucho Ministerio de Vivienda pero aquí no se esta resolviendo nada de nada, excepto lo que la economía, por su propia dinámica, está poniendo en su sitio.

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