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Juan Carlos Girauta

El bachiller se pone fantástico

Debo tener un fondo nacionalista y no me había dado cuenta. Algo se ha removido en mi interior, se ha rebelado y ha gritado ¡no! cuando ha aparecido ese señor de Córdoba contándome lo que significa ser catalán, lo que nos hace buenos o malos catalanes.

El PSC deseaba "tensar la situación" con su eslogan, según Montilla. Es decir, quería crear hostilidad entre grupos humanos (al diccionario, ministro: "tensión"). No está mal para un responsable político. Ya revelaron que le tenían "ganas" al PP. Pero no necesitaban desplegar tanto tacto ni dar tantas explicaciones; el bachiller, cogido en el Congreso, había sido claro como el agua, y el lema sectario le pareció, a bote pronto, "fantástico". Su adjetivo constituía el único acto de sinceridad en esta barra libre de maragalladas, despropósitos, tics totalitarios e instintos cainitas: de las cuatro acepciones que el DRAE recoge para la voz "fantástico", las tres primeras convienen al lema fratricida.

La primera porque es quimérico, fingido, no tiene realidad; en efecto, el PP no va a usar el "no" de nadie contra Cataluña sino a favor de ella, previniéndola, si puede, de una aceleración histórica que acabará con la estabilidad política, primero, y con la económica inmediatamente después. La segunda acepción también funciona: el lema pertenece a la fantasía; sólo en ese Matrix demencial a cuyas extravagancias quiere ajustar Cataluña su clase política existe un enemigo interno y anticatalán. En una obra de fantasía –como en la preparación de un genocidio– la fabricación del enemigo puede resultar obligada. Por cierto, ¿está seguro Montilla de haberse tomado la píldora correcta? ¿Por qué no le pide al ordenador central uno de esos CDs con los que se aprende a pilotar un helicóptero en segundos? Que le pongan un software de Derecho, o de Económicas, o de lo que sea, pero que le pongan algo ya, caramba. Tercera acepción: presuntuoso y entonado; sí, el PSC se ha puesto fantástico, y Montilla con él. Maragall lo ha estado siempre.

Debo tener un fondo nacionalista y no me había dado cuenta. Algo se ha removido en mi interior, algo se ha rebelado y ha gritado ¡no! cuando ha aparecido ese señor de Córdoba contándome lo que significa ser catalán, lo que nos hace buenos o malos catalanes. ¿Con qué títulos, bachiller? Sabemos que el personaje es un hacha creando tensiones y obteniendo condonaciones de créditos. Y que ha hecho por La Caixa más de lo que puede exigirse a cualquier empleado, comprometiendo al gobierno de España en una operación financiera ajena (¿ajena?) y metiendo al Estado español en un buen lío –que va a salir muy caro– con la Unión Europea.

Para celebrar todos estos fracasos, Montilla se ha puesto fantástico y ha empezado a darle codazos a Maragall para colocarse él de presidente de la Generalidad. Vale. Que lo presenten. No sé por qué le tienen tantas ganas al PP, ni a cuento de qué proceden a tensar la situación; los socialistas no necesitan enemigos. Ellos solos van bien servidos.

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