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Victor D. Hanson

La arrogancia de la CIA

Estados Unidos, gracias en gran medida a una desorientada CIA, ha sido incapaz de anticipar nada, desde la Guerra de Yom Kippur de 1973 y la caída del sha de Irán en 1979 hasta, más recientemente, la invasión de Kuwait por Sadam Husein en 1990.

Porter Goss acaba de dimitir de su puesto como director de la Agencia Central de Inteligencia. Su director ejecutivo, Kyle "Dusty" Foggo, aparentemente es objeto de investigación. El designado como sucesor de Goss, el general de las Fuerzas Aéreas Michael Hayden, afronta una dura lucha de confirmación. ¿Qué está sucediendo en nuestra principal agencia de Inteligencia?

El nombramiento de Goss, allá por septiembre del 2004, fue otro esfuerzo político más para tratar de paliar la filtración en serie de información clasificada de la CIA. Muchos analistas de la agencia, tanto empleados como jubilados, han estado rebelándose contra la estrategia general de la guerra contra el terror y, en particular, contra el esfuerzo por deponer a Sadam Husein y facilitar el nacimiento de una democracia en su lugar.

Silenciosos en cierta medida durante la popular, en su día, victoria de tres semanas sobre Sadam, los asistentes de la CIA nos han ido asegurando en público cada vez más que ellos no tuvieron nada que ver con los tres años de desastrosa reconstrucción de Irak.

Paul Pillar, que fue funcionario nacional de Inteligencia en la CIA del 2000 al 2005, insistía públicamente en que el contraterrorismo no debe ser motivo de guerra. Y escribía prolíficamente mientras tenía lugar la guerra de Irak sobre el error colosal que ésta significaba.

El analista de la CIA ya jubilado Ray McGovern, que pregona sin parar su condición anterior, criticaba recientemente al secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, en un foro público, insistiendo en que la política exterior americana es cautiva de Israel.

Otro ex analista, Michael Scheuer, redactaba una escandalosa crítica a la guerra contra el terror. Escribiendo bajo el pseudónimo Anonymous, Scheuer, mientras era aún empleado de la agencia, también defendía el mismo argumento de que Israel es la causa de muchos de los problemas en Oriente Medio.

La analista de la CIA, recientemente despedida, Mary McCarthy filtró información clasificada acerca de presuntos centros de detención de la agencia a Dana Priest, del Washington Post, que ganó un Premio Pulitzer por la noticia. Y la lista de filtradores, a menudo elogiados, y de críticos del Gobierno en tiempo de guerra, que pertenecen o han pertenecido a la CIA, continúa.

Durante la Guerra Fría, los recelosos socialistas intentaban a menudo limitar tanta iniciativa por parte de la CIA. Alegaban que sus cowboys operativos establecían sus propias normas, de Irán a Guatemala; o que tras la jubilación, tendían a engrosar las filas de la derecha de toda la vida.

Allá por entonces, la respuesta de la CIA era que sus trabajadores conocían los peligros reales en juego a la hora de luchar contra el comunismo global. Algunos de estos operativos, mal encaminados, parece ser que se sintieron una llamada superior y sintieron que los fines –nuestra supervivencia– a menudo justificaban los medios, ya fueran violar la ley o convertirse en políticos.

Ahora los socialistas muestran simpatía hacia esta nueva generación de violadores de la ley y sectarios de la CIA. Pero los analistas de Inteligencia nunca deben minar la política de sus gobiernos electos, ya sea a través de filtraciones ilegales o haciéndose pasar por críticos públicos vagamente conocidos con acceso a información clasificada.

En lugar de eso, los funcionarios de la CIA deberían hacer lo que fueron contratados para hacer antes de designarse a sí mismos como rebeldes políticos, especialmente porque su trayectoria en la recogida y análisis de información de Inteligencia lleva siendo bastante tiempo muy desafortunada.

Estados Unidos, gracias en gran medida a una desorientada CIA, ha sido incapaz de anticipar nada, desde la Guerra de Yom Kippur de 1973 y la caída del sha de Irán en 1979 hasta, más recientemente, la invasión de Kuwait por Sadam Husein en 1990. Después, por supuesto, está el fracaso a la hora de anticiparse al 11 de Septiembre. En los últimos años, Estados Unidos se equivocó con la capacidad armamentística de destrucción masiva de Sadam, al tiempo que subestimaba el arsenal de la Libia de Muamar Gadafi.

De modo que el general Hayden tendrá su tiempo ocupado en justificar una agencia de Inteligencia que es cada vez más política y cada vez menos competente.

Recuerde que ya tenemos una gran profusión de agencias de Inteligencia en el Departamento de Estado y las ramas individuales del ejército. Tampoco estamos seguros del todo de si la CIA simplemente replica en buena parte las tareas del también caro FBI, la Agencia de Seguridad Nacional, o la Agencia de Inteligencia de Defensa. De modo que la tarea del general Hayden debería ser o bien fusionar la agencia con otra entidad de Inteligencia, o meterla en cintura de manera radical.

El problema no es solamente que la CIA consuma demasiado dinero, tenga demasiados empleados o reúna demasiada información superflua de Inteligencia al tiempo que pasa por alto los sucesos clave del momento. O que demasiados analistas no sepan hacer los trabajos sin interés a los que son asignados. Ni siquiera que tanto demócratas como republicanos intenten periódicamente poner en orden la CIA a través de sus propios nombramientos políticos cuando sospechan que ha pasado a ser abiertamente hostil e insubordinada.

No, el temor más profundo es que en la CIA haya crecido un enclave atrincherado y una postura arrogante de "nosotros sabemos lo que es mejor" en la que autodesignados moralistas están a menudo convencidos de poder hacer sus propias reglas y códigos de conducta. El general Hayden tendrá que poner fin a esa cultura o poner fin a la agencia tal como la conocemos.

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