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Alejandro A. Tagliavini

La educación estatal

La creencia casi religiosa de que el Estado es proveedor de la cultura y la educación está resultando ser una verdadera tragedia para el bienestar y la prosperidad latinoamericana

Las manifestaciones estudiantiles en Chile han puesto en primera plana la pobreza de la educación en toda la región.
 
La Revolución Francesa, criticada por Edmund Burke entre otros, fue uno de los acontecimientos más negativos de la historia, aún sin reivindicar totalmente lo que antes ocurría. Esta revolución violenta, por las cabezas que rodaron, se caracterizó por la imposición “institucional” de la razón como religión y sus derivados, el iluminismo y el enciclopedismo. Así se produjo un endiosamiento de la cultura y la educación, por encima, incluso, del hombre: “todo es cultura”, aun cuando se proponga la depresión o la destrucción de la vida.
 
Tal endiosamiento justifica que el gobierno imponga la educación estatal, que tiene mucho de lavado de cerebro, cuyo contenido son los "programas oficiales" que suelen ser “ciencias” y temas aprobados por el racionalismo, de izquierda o de derecha, según el gobierno de turno.
 
El economista Gabriel Roth nos recuerda que "la idea de que la educación debe ser 'gratuita' y organizada por el Estado tiene orígenes recientes. Se estableció en Europa y Norteamérica en el siglo XIX...” Pero a pesar de que el sistema de educación estatal no existía en la Inglaterra de 1830, casi tres cuartas partes de la población sabían leer y escribir. Según E.G. West, "la proporción de la renta nacional de Gran Bretaña dedicada a la educación de niños menores de 11 años fue de alrededor del 0,8% en 1833, antes de la educación obligatoria y 'gratuita'. Esa proporción supera la de la mayor parte de los años del siglo XX".
 
Sin duda, la educación es extremadamente importante, pero solamente cuando funciona en beneficio de la gente. El estatismo mantiene que el gobierno debe quitarle dinero a los ricos para darlo a los pobres: educación gratuita para todos. Pero nada es realmente gratuito. La educación estatista suele pagarse por vía impositiva, una carga que inevitablemente es trasladada hacia abajo, a través de precios más altos y salarios más bajos, recayendo con más fuerza sobre los de más escasos recursos.
 
Así vemos que los del nivel más bajo no pueden educarse porque tienen que trabajar para comer y para pagar la educación de los más acomodados. En las universidades estatales “gratuitas”, la mayoría de los alumnos pertenece a niveles medios, una parte considerable a niveles altos y una ínfima proporción a niveles bajos de la población.
 
Hoy, muchos gobiernos obligan a los ciudadanos a concurrir a las escuelas hasta determinada edad. Pero según Rolf McEwen, "los estudios han demostrado que los índices de alfabetización en Estados Unidos durante el siglo XVIII (cuando no existía escolaridad obligatoria ni estatal) eran superiores a los actuales".
 
De tal manera que el sistema de educación coercitivo enseña, de hecho, que es el Estado quién educa y los estudiantes terminarán creyendo, consciente o inconscientemente, que en definitiva el Estado es su padre y benefactor. Al mismo tiempo, los niños aprenden nociones autoritarias y violentas, ya que se le impone la educación vía la coerción gubernamental, por lo que el estatismo resulta ser el principal sostenedor de la cultura de la violencia.
 
No existe país con mejor educación que Estados Unidos y, sin embargo, David Smyth describe de la siguiente manera la educación estatal en ese país: ".... hay... ciudades... donde los corredores de las escuelas son poco más seguros que las trincheras de la Primera Guerra Mundial... donde la educación es tan mala que un alto porcentaje... se gradúa de la escuela secundaria sin saber leer o escribir correctamente".
 
La creencia casi religiosa de que el Estado es proveedor de la cultura y la educación está resultando ser una verdadera tragedia para el bienestar y la prosperidad latinoamericana.

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