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Fundación Heritage

El petróleo como arma

con el petróleo a 70 dólares el barril, con los mercados energéticos cada vez más asustados y la paciencia a punto de acabarse con respecto a Irán, vale la pena que le echemos otro vistazo a esta amenaza.

Peter Brookes

Mientras Irán medita sobre la reciente oferta de Estados Unidos y la Unión Europea para detener su programa de armas nucleares, esta semana el máximo líder del régimen, el ayatolá Ali Jamenei, blandía el arma más poderosa que tiene el estado petrolero, transtornando todo respecto a las reservas energéticas de Oriente Medio.

En un discurso que marcaba el aniversario de la muerte del ayatolá Jomeini, fundador del régimen, Jamenei dijo: “Si los americanos hacen un movimiento equivocado contra Irán, el flujo de energía correría, sin duda, serio peligro y los americanos no podrán proteger el suministro energético de la región”.

No es la primera vez que Irán ha levantado su dedo fundamentalista agitándolo contra el mundo, con amenazas como éstas o aún más perversas. En realidad, podría decirse que el presidente Mahmud Ahmadineyad ha convertido las frases amenazadoras en una forma de arte.

Pero con el petróleo a 70 dólares el barril, con los mercados energéticos cada vez más asustados y la paciencia a punto de acabarse con respecto a Irán, vale la pena que le echemos otro vistazo a esta amenaza.

Con respecto al “petróleo como arma”, Irán tiene 2 alternativas:

1) Simplemente restringir su propia producción energética
2) Atacar la producción energética foránea cercana, los buques petroleros o los naves que transportan gas natural.

Y podría tener éxito con cualquiera de las dos alternativas pero sólo pagando un precio muy caro.

Recortar la producción permitiría a Irán –el cuarto exportador de petróleo más grande del mundo– dejar bastante maltrechos a Estados Unidos y a las economías del mundo, aunque sólo fuese temporalmente.

Pero las acciones de Teherán tendrían un coste altísimo. La economía iraní depende enormemente de la energía. De acuerdo a la Administración de Información Energética (EIA), el petróleo genera del 80% al 90% de los ingresos totales de exportación para Irán y representa entre el 40% y el 50% del presupuesto total del Gobierno.

Y a pesar de las grandes ganancias que da el petróleo, la economía iraní sigue en problemas, sufriendo una inflación del 15% o mayor, un paro de similares proporciones y unos déficits presupuestarios crónicos debido a los regalos/subsidios del gobierno para artículos como alimentos y gasolina. (¡El litro cuesta 10 centavos de dólar!)

En 1979, Irán tenía la economía más avanzada de Oriente Medio, hoy en día es un desastre. Y el Washington Times informaba esta semana que las preocupaciones por la crisis nuclear ya habían producido una reciente fuga de capitales que ronda los 200.000 millones de dólares. Esto les hará pupita y cualquier escalada de tensiones sólo agravará el problema.

Además, un boicot haría que Irán perdiese rápidamente el apoyo de sus defensores sedientos de crudo, como China.

En conclusión: que Irán corte sus propias exportaciones de petróleo y gas sería el equivalente a hacerse daño a uno mismo para perjudicar a los demás.

La otra opción plausible es atacar a los activos petroleros de los vecinos, por ejemplo atacar las instalaciones petroleras de crudo y gas pertenecientes a Arabia Saudí, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos o Irak.

El régimen podría lanzar misiles balísticos del tipo Shahab para estropear la infraestructura energética del Golfo en la mega productora Arabia Saudí o enviar botes suicidas cargados de explosivos contra puertos o instalaciones de crudo y gas del Golfo.

Teherán también podría atacar embarcaciones que no lleven bandera iraní. O, mejor aún, cerrar el Estrecho de Ormuz –el cuello de botella de 60 kilómetros de ancho que conecta el Mar Arábigo y el Gólfo Pérsico y por el cual pasa el 40% del petróleo mundial– usando minas, submarinos, patrulleras e incluso misiles de crucero antinaves.

Ataques limitados en los recursos energéticos de la región impulsaría el barril de petróleo a 100 dólares o más en un instante. Peor aún pondría a la “diplomacia de crisis” –que casi nunca logra algo bueno– al límite.

Pero este truco también está lleno de problemas. Claro que Irán tiene la capacidad militar para atacar barcos indefensos, quizá incluso cerrar el Estrecho de Ormuz (temporalmente) hundiendo algún barco, pero esas acciones no se darían sin oposición.

Haría su entrada la Marina de Estados Unidos. Mientras los valientes soldados, marines y aviadores de Estados Unidos libran la batalla justa en Irak y Afganistán, las fuerzas navales de Estados Unidos en Oriente Medio están listas para, sin previo aviso, encargarse de cualquier agresión iraní.

Es cierto que Irán podría causar el caos, temporalmente, en el Golfo Pérsico usando misiles chinos antibuques C-801/802 con recorrido hasta el blanco rozando la cresta de las olas, casi supersónicos (y los más antiguos misiles Silkworm); los silenciosos submarinos rusos de la clase Kilo diesel y minisubmarinos; minas indetectables y tácticas letales con patrulleras de alta velocidad. Pero el poder naval americano –en la superficie, bajo la superficie y por aire– acabaría rápidamente con los extraviados esfuerzos militares de Irán.

La Marina también podría cuidar del tráfico marítimo tal y como lo hicieron durante la tristemente célebre “Guerra de los petroleros”: Durante la guerra Irán-Irak de los años 80, buques de guerra americanos tuvieron que servir como escolta de petroleros en el Golfo para disuadir a Teherán o Bagdad y evitar ataques.

Al jugar la carta del petróleo, Teherán se pone en una posición arriesgada y hay mucho en juego. Claro que podría hacerse el harakiri cortando la producción de petróleo y gas. O desestabilizar al mundo entero atacando instalaciones y transportes de hidrocarburos. Pero los líderes iraníes deberían entender que escoger cualquiera de esas alternativas sería equivalente a pegarse un tiro en el pie.

Lamentablemente, nunca podemos descartar la posibilidad de un insondable error de cálculo.

©2006The Heritage Foundation
* Traducido por Miryam Lindberg

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