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Eduardo Pedreño

La audiencia es el contenido

Los usuarios han abrazado la conversación. Hemos llegado a punto en el que el contenido, todo tipo de contenido, está al servicio de la comunidad y de la conversación, y empieza a subordinarse a ella.

En la época de la burbuja de Internet, ese periodo de despilfarro y exuberancia, una de las frases que más se oía en presentaciones, propuestas, reuniones de negocios y artículos de gurús era "content is king" (el contenido es el rey), una justificación en toda regla de que toda inversión en contenido era fácilmente rentabilizable. En unos meses el mercado se puso patas arriba y el contenido se convirtió en un súbdito. Y ahora hay quien contraataca, pero el panorama es bien diferente. La segunda ola de desarrollo de la Red ha tomado por estandarte el manifiesto Cluetrain (de aquella misma época pero entonces ignorado) y se ha dado cuenta de que los mercados son conversaciones. Y aún más allá, de que la audiencia es el contenido.

Hace semanas escribía sobre el nuevo periodismo y bordeaba la tesis que voy a exponer sin explicitarla. El papel de la audiencia, de las personas, en un mundo en el que el precio los instrumentos de creación y publicación de contenido tiende a cero, ha crecido exponencialmente en los últimos años, y a pesar de los 38,5 millones de blogs (a día de hoy) no estamos más que al principio de este fenómeno. Pero la creación de contenidos no se limita a los blogs, va mucho más allá. Instrumentos de publicación como Flickr (para fotos), los wikis (con la Wikipedia a la cabeza) o Youtube (la sensación del año, donde los usuarios publican miles de vídeos) no hacen sino acrecentar una tendencia que estas empresas están sabiendo explotar. Los usuarios no se quedan ahí, el número de herramientas a través de las cuales los usuarios publican contenido, lo organizan, lo promocionan o lo discuten es ya prácticamente inabarcable. Los usuarios han abrazado la conversación. Hemos llegado a punto en el que el contenido, todo tipo de contenido, está al servicio de la comunidad y de la conversación, y empieza a subordinarse a ella.

El caso más paradigmático de esta subordinación es el blog del New York Times "anotado", un blog que recoge automáticamente las anotaciones que se hacen en miles de blogs diariamente sobre artículos del New York Times, que comentan y enriquecen los artículos del célebre periódico. Tras unos meses de funcionamiento, la empresa editora del periódico decidió comprar la versión anotada e incorporarla en parte a su edición digital. Todo un signo del poder de la audiencia.

Si hace años McLuhan nos vendía que el medio es el mensaje, hoy debemos redefinir todos los conceptos que hemos manejado en todos estos años. El mensaje hoy es la audiencia. El problema real del periodismo no es que hordas de amateurs asalten la Red a montar su blog, porque muchos de esos amateurs nunca harán periodismo, ni lo pretenderán. El problema es que a día de hoy, la audiencia es el contenido, sea éste de la naturaleza que sea. Y en un mundo donde la economía de la atención dicta nuestras preferencias de consumo de información, todo contenido compite con todo lo demás, y la conversación rodea, como indios al general Cluster en Little Big Horn a todo el contenido. En mi escaso tiempo libre, Libertad Digital (uno de los pocos medios españoles, por cierto, que ha captado el mensaje) ocupa el mismo espacio de atención que un pequeño blog, la radio, la televisión o Youtube. Los medios tradicionales pueden intentar convivir con la audiencia o aliarse con ella. Lo que ya no pueden permitirse es ignorarla. Porque corren el riesgo de que yo, como consumidor de contenido, prefiera la interpretación de la noticia de mi blogger favorito a la noticia original, por muy bien redactada que esté, por la sencilla razón de que el blogger me habla de tú a tú utilizando su propia voz.

Este camino ya no tiene vuelta atrás. Hoy son 38 millones de blogs, mañana serán 50 ó 100. No se trata de que el contenido tradicional vea redefinido su papel, sino que el contenido a partir de ahora es la audiencia. Se acabaron los reyes; o estás en la conversación, o no existes.

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