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EDITORIAL

¿A qué juega Garzón?

¿Para esto ha regresado Garzón? ¿A quién sirve? ¿Por qué en su estreno en la Audiencia lo primero que ha hecho es permitir que Batasuna vuelva a la vida en un hotel bilbaíno?

El plan de rendición trazado por los capitostes batasunos está llevándose a término con absoluta precisión. Reconvertido el PSOE en un partido que ha olvidado a sus propias víctimas y se muestra abierto a las demandas etarras, y con la cabeza de Fungairiño en una bandeja, a los Otegi, Permach y compañía sólo les faltaba poner fecha y lugar a un programa prediseñado con mucho tiempo de antelación. Lo primero les ha permitido dividir la negociación en dos mesas: una entre el Gobierno y la ETA y otra formada por partidos políticos que, en su delirio, vendría a representar a la sociedad civil. Lo segundo, el frente judicial, le ha facilitado la inacción del fiscal general del Estado, del fiscal jefe de la Audiencia Nacional y, desde ayer, del mismísimo Baltasar Garzón, que, por lo que se ve, no recuerda ya sus tiempos de martillo de etarras.

Un escenario perfecto para que el plan de Batasuna y Zapatero pueda desarrollarse conforme a lo previsto. Del partido de Patxi López nadie puede ya sorprenderse, el giro copernicano que ha dado en los últimos años tiene aquí su remate final. Del fiscal general, el vergonzosamente parcial Conde Pumpido, no podía esperarse otra cosa. La Fiscalía General del Estado, siempre al servicio del Gobierno que nombra a su titular, ha tocado fondo en esta legislatura. No ha habido hasta la fecha un fiscal general del Estado tan solícito con los deseos del presidente del Gobierno, hasta con los deseos dudosamente legales.

Y es que, por mucho que se aventure la cúpula batasuna en dibujar ficticios mapas para la "paz" en Euskadi, esa organización sigue siendo ilegal. Lo es por la Ley de Partidos y lo es porque sus actividades están suspendidas por un juez de la Audiencia Nacional, un juez que, dicho sea de paso, nada contra corriente en su empeño de mantener la independencia judicial frente a los caprichos del Poder Ejecutivo. A la vista está que no lo ha conseguido. Garzón, recién desembarcado del avión que le ha traído de su retiro neoyorquino, se ha puesto manos a la obra para allanar el camino a proetarras y socialistas, es decir, para facilitar las cosas a Rodríguez Zapatero, metido hasta el cuello en un órdago insostenible.

Requerido por dos plataformas –"Dignidad y Justicia" y "España y Libertad"– para que impidiese el encuentro de Bilbao entre el PSOE y Batasuna, se ha lavado las manos dejando la intervención al arbitrio del comisario de la Ertzaintza, policía autonómica que nunca se ha caracterizado por su dureza con los abertzales, quizá porque sus responsables también lo son. Esto nos lleva a reconsiderar la vuelta de Garzón a España y la entrevista que tuvo en Nueva York con Javier Zaragoza, fiscal jefe de la Audiencia y sustituto de Fungairiño. De esta manera queda desactivada de facto cualquier posibilidad de evitar que los responsables de un partido ilegal puedan mantener una reunión de contenido político a plena luz del día.

¿Para esto ha regresado Garzón? ¿A quién sirve? ¿Por qué en su estreno en la Audiencia lo primero que ha hecho es permitir que Batasuna vuelva a la vida en un hotel bilbaíno? Todo parece indicar que el "juez estrella" de la Audiencia está de nuevo entre nosotros para deshacer los entuertos de otro magistrado, Grande Marlaska, a quien el momento político no le afecta lo más mínimo y sigue aplicando la letra y el espíritu de la Ley. Es posible que sólo él sepa con certeza cuál es el juego que Garzón se trae entre manos.

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