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Jorge Vilches

Hable con ella

Han descubierto a la primera que "la paz" no es tan sólo el ansia infinita, insaciable, bulímica del Presidente, sino su baza electoral. La pena es que ETA estaba en coma, y Zapatero decidió hablar con ella.

Batasuna está vendiendo cara su legalización. No se trata de que la ley no se lo permita, sino que saben que el PSOE quiere presentar ese acto como una victoria de la paz. Su objetivo es que el proceso no parezca la negociación entre el Estado y la banda terrorista ETA. No han hecho "la guerra" para que al final se les trate como a unos delincuentes más. El proceso tiene que ser la demostración de que ellos cogieron las armas porque hay un conflicto político que afecta a toda la sociedad vasca. De ahí que quieran, según ha dicho Otegi, construir "este país entre todos" a través del "diálogo multilateral".

La legalización de Batasuna quieren venderla como el resultado de una cesión gubernamental a alguna de sus pretensiones capitales. En caso contrario, los sectores abertzales más escépticos entenderían que se ha producido una conversión vergonzosa, una rendición. De esta manera, los enviados del Gobierno deben ceder a una de sus reivindicaciones históricas: presos, autodeterminación o Navarra.

Y los batasunos han comprendido perfectamente con quién están hablando. El acercamiento de los presos no puede tratarse ante la opinión pública como parte de un conflicto histórico y plural. Y saben que los socialistas no entraran en esta cuestión, al menos, hasta después de las elecciones de 2007 y cuando ya se haya producido algún gesto por parte de ETA. En caso contrario, el Gobierno se vería incapaz de justificarlo ante una sociedad española sensibilizada después de contemplar la sonrisa de Txapote, el asesino de Miguel Ángel Blanco.

Por otro lado, de Navarra no se puede hablar hasta que no tengan lugar los comicios electorales de 2007. Para los batasunos ya sería tarde: al no estar legalizados no podrían presentarse, y el brazo político de la banda terrorista habría perdido la oportunidad de recuperarse económicamente. La cuestión navarra quizá sea la más complicada de todas.

Sólo queda la posibilidad de articular algún tipo de consulta electoral, con forma de referéndum, que disfrace la autodeterminación, el "derecho a decidir". Esto sí sería aceptable para los socialistas. Una "consulta democrática", en la que "hable el pueblo", para legitimar el "proceso de paz". Es el tipo de discurso que frecuenta Zapatero, en el que se viste, almuerza y duerme. Son esa clase de palabras capaces de resonar en cualquier hemiciclo neoclásico, o en una plaza cubierta de protección oficial; palabras huecas, siempre dispuestas a acompañar el gesto adusto del prócer. ¿Y su significado o sus consecuencias? No importan; lo trascendente es el efecto en el votante no popular.

Los batasunos se aprovechan de que los socialistas quieren capitalizar las conversaciones, erigirse en los pacificadores marginando al PP –que ya lo han conseguido– y al PNV –que se resiste–. Han descubierto a la primera que "la paz" no es tan sólo el ansia infinita, insaciable, bulímica del Presidente, sino su baza electoral. La pena es que ETA estaba en coma, y Zapatero decidió hablar con ella.

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