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Agapito Maestre

Sonrisa inmoral

Ni siquiera quienes apoyaron, sin duda alguna de forma inmoral, el inicio de conversaciones con ETA, creen ya una sola palabra de Zapatero. Por ejemplo, Savater.

Elevarse por encima del acontecimiento político, entendido como un campo de lucha entre intereses parciales y partidistas, donde sólo cuentan el ansia de poder y el partidismo, no es nunca fácil, pero conseguí alcanzar una verdad, sin duda alguna política, cuando oí al presidente del Gobierno proponer como "modelo de ejemplaridad" ciudadana su "sonrisa". Vi al instante todas las miserias de su Gobierno. Cuando Zapatero, en Ibiza, criticaba la seriedad del PP y "elevaba" su sonrisa a categoría intelectual, vi las miserias del régimen político español. Vi que toda la propaganda gubernamental sobre su negociación con ETA ha quedado reducida a mentira. Sí, sí, vi con transparencia que todo lo declarado por el Gobierno sobre ETA y Batasuna es mentira, pues que detrás de la sonrisa de Zapatero se esconde no sólo un pésimo gobernante sino la inmoralidad de un personaje.

Más aún, el día que Zapatero arremetió contra el PP por no sonreír contemplé que nadie, excepto la morralla y los cínicos, cree al Gobierno en general, y a Zapatero en particular. Ni siquiera quienes apoyaron, sin duda alguna de forma inmoral, el inicio de conversaciones con ETA, creen ya una sola palabra de Zapatero. Por ejemplo, Savater reconoce que la propaganda gubernamental no logra sacarlo de las tinieblas, porque ETA no ha reconocido la falta, no ha renunciado a la fuerza y no ha prometido respetar la libertad del sistema democrático. Gracias a que Zapatero hizo de su "sonrisa" una "categoría" ejemplar, algo a lo que todas las fuerzas políticas deben aspirar como máximo ideal, pude contemplar la tragedia, en realidad, la enfermedad en la que está sumida España.

En efecto, desde el punto de vista ético, es atrabiliario y simplón que alguien postule su forma de trato, los buenos modales a la hora de hablar o de dirigirse a los otros, como modelo de "ejemplaridad democrática". En verdad, la pretensión de convertir en modelo de excelencia lo que no pasa de ser una mera forma correcta de dirigirse a nuestros interlocutores, o sea, de urbanidad, es algo peor que risible. Es una inmoralidad, según nos enseñó Ortega y Gasset. La "excelencia" reducida a las buenas maneras, al "buenismo", es un gravísimo defecto moral pero, desde el punto de vista político, está muy cerca de las posiciones paternalistas de las dictaduras. Que un político, como es el caso de Zapatero, no apele a la política, a las razones de disenso o consenso con las otras fuerzas políticas, significa que estamos muy cercanos a la figura del dictador populista. Por lo tanto, la gravedad moral de esta conducta "buenista" es menor comparada con la injusticia política que conlleva

Zapatero, en Ibiza, no habló en ningún momento de política, no utilizó en ningún momento argumentos más o menos serios para rebatir a las objeciones de la oposición en el debate político y la arena electoral, sino que sólo propuso su manera de ser personal y privada, el simple y correcto comportamiento con los otros, para despreciar a los dirigentes del PP. Zapatero sólo ofreció sonrisa frente a argumentación, sonrisa contra política, sonrisa para ocultar la rendición a ETA. Sonrisa estúpida, sí, es el escaparate de un Gobierno que cumple rígidamente un programa dirigido a la eliminación de la oposición, de la democracia. Sonrisa cínica, sí, es todo lo que sugiere Zapatero para ocultar comportamientos totalitarios que, por desgracia, empiezan a ser ya moneda corriente en algunos políticos del PSOE. Sonrisa perversa, sí, para vestir un "líderazgo" cuestionable democráticamente, porque tiene un déficit de legitimidad de origen no superado en ningún caso con el ejercicio del poder.

Si la risita del presidente del Gobierno es superior a la seriedad de quien respeta al otro, o sea, si Zapatero ha hecho de la ejemplaridad de su sonrisa una profesión, tal y como diría Ortega, entonces es que ha abandonado cualquier otra tarea en la que destacar, por ejemplo, la política. Desaparecida la profesionalidad del político, por decirlo al modo weberiano, sólo queda "sonrisa", "talante, "indolencia", en fin, propaganda para mantenerse en el poder. Lo más grave de todo es que el estéril político de la sonrisa, Zapatero, se lleva bien con una parte importante de la sociedad española, una sociedad enferma, dispuesta a entregarse al terrorismo antes que luchar por su dignidad, o sea, por la Nación.

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