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Londres y la siesta del Gobierno

En julio de 2005 los británicos decidieron que no sería Al-Qaeda quien decidiría su política exterior. Un año antes, Rodríguez Zapatero comunicó a los terroristas justo lo contrario.

Gran Bretaña y Europa han estado al borde de la mayor catástrofe terrorista de su historia: el crimen preparado por los terroristas iba bastante más allá que los atentados de julio del año pasado. Se trata de un atentado más elaborado, táctica y tecnológicamente, que los anteriores. Tácticamente porque se trataba de derribar simultáneamente diez aviones y colapsar las rutas del Atlántico Norte. Técnicamente por la utilización de explosivos químicos y detonadores de apariencia inocente.

Por eso, en Europa se encienden las alarmas ante los detalles que llegan de Londres. Los atentados evitados in extremis –y que aún tienen al país en máxima alerta– han provocado distintos niveles de alarma en Estados Unidos y Europa, y sus responsables ya han comparecido ante la opinión pública. La diplomacia, dirigentes franceses, italianos o norteamericanos ya se han puesto en contacto con Blair para felicitarle por la operación y mostrarle su apoyo ante la amenaza.

Mientras, en nuestro país, Rodríguez Zapatero, exhausto después de sus cinco minutos de visita a una Galicia en llamas, descansa con su familia en La Mareta. A juzgar por su evaporación mediática, Alonso y De la Vega disfrutan también de sus vacaciones. Preocupa más el bienestar del ministro del Interior. Rubalcaba desfallece entre dos crisis: los acontecimientos del aeropuerto de El Prat, donde la Policía y la Guardia Civil evitaron enfrentarse a auxiliares de tierra y azafatas para no crear disturbios; y las conversaciones con ETA, que según confesión del Gobierno, se están produciendo ya, a oscuras y a escondidas.

Es decir, mientras Europa vuelve a sobresaltarse inquieta, Rodríguez Zapatero sestea en La Mareta, y Rubalcaba limpia las suciedades del Gobierno. Nuestros gobernantes parecen tener la conciencia tranquila. Su doctrina oficial se lo permite; si el atentado que mató a casi doscientos españoles era consecuencia de la presencia española en Irak, la retirada de las tropas eliminó cualquier riesgo de atentado. Hoy la televisión de Hezbolá aplaude a Zapatero, cuando éste hace y dice lo que los terroristas quieren oír. La política del apaciguamiento de Rodríguez Zapatero nos sitúa fuera de todo peligro. Eso sí, siempre y cuando no molestemos estratégicamente a los terroristas y esperemos la solución que, a largo plazo, nos tienen reservada: Al-Andalus.

Por el contrario, Gran Bretaña es el ejemplo de cómo una política exterior fuerte, orgullosa y digna suscita el odio criminal terrorista. Es y seguirá siendo objetivo del yihadismo global, mientras actúe como la nación británica considere oportuno. En julio de 2005 los británicos decidieron que no sería Al-Qaeda quien decidiría su política exterior. Un año antes, Rodríguez Zapatero comunicó a los terroristas justo lo contrario. Por eso, en el momento en que España como nación emprenda una política que moleste a los yihadistas del mundo, ellos sabrán qué hacer para volver a hacer de España un país "en paz". Mientras eso no ocurra seguirán intentando derribar aviones en Europa o EEUU, pero en nuestro país Zapatero continuará su siesta al sol en La Mareta.

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