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Cristina Losada

La conjura de los piradiños

Los terroristas más experimentados son, al parecer, una vecina de Ponteareas, de 72 años, con 31 fuegos y 60 hectáreas quemadas, y un nonagenario de Gondomar, con seis incendios en su cuenta.

Estábamos, y nunca mejor dicho, en ascuas, pero Touriño no ha saciado la curiosidad que, junto al fuego, nos consume. Le pasa como a Rubalcaba, el que ha venido a Galicia a descubrir la trama de la que no tiene indicios. Sigue sin haberlos, pero la existencia de la mano negra se rige por idéntico principio que la de las meigas. Y así, el presidente autonómico ha vuelto a colocarnos los incendios estratégicos y el sabotaje como causas del desastre. Ni una palabra de autocrítica. ¡Estos son nuestros dirigentes socialistas! A su lado, los nacionalistas fungen de aprendices. De ahí que los de Quintana se hayan apartado de la hoguera para dejar el sitio a los maestros. Bien saben éstos que el público quiere culpables. Hay que apelar al atavismo ancestral, pero esta vez no pueden ser los gobernantes.

¿Y quién ha sido? Barajemos las hipótesis, como hacen los ministros y su corte de escribas, bien poblada. Pues si con ZP cualquiera puede ser ministro, en tiempos de cultura subvencionada, también llega a escritor cualquier pelanas. Entre los bastos, campa Narbona, con su tesis del atraso sociocultural que por aquí padecemos. En el de los primeras espadas, don Alfredo, y su supuesto del alto grado de preparación de los incendiarios. De este año nada más, que antes se los tomaban a chacota y repudiaban que se criminalizara al pueblo. Bien. Queda a la vista que falta una tercera vía. La que ha de explicar cómo pueden a la vez ser atrasados los que han dispuesto de tamaña capacidad organizativa. Touriño no ha podido alumbrar la teoría. Sólo ha dicho que "sabían lo que hacían". No su gobierno.

Hay conjura, dicen, y aunque lo ignoramos todo sobre ella, podemos adelantar que su base social es distinta a la que produjo la revuelta de los Irmandiños. Los terroristas más experimentados son, al parecer, una vecina de Ponteareas, de 72 años, con 31 fuegos y 60 hectáreas quemadas, y un nonagenario de Gondomar, con seis incendios en su cuenta. Aunque no hay que olvidar que el núcleo duro de la banda lo constituyen, no los "despechados", sino los topos que, pese al filtro de los certificados del curso de gallego, lograron permanecer como durmientes en las brigadas.

¿Qué de qué manera concertaban los atentados? Muy sencillo. Funcionaban en red, al estilo de Al Qaeda, con células locales, autónomas y herméticas, o sea, todos a una, pero cada uno a su bola. Según los literatos, que de esto saben un huevo, debe de existir un estado mayor que planificara la "estrategia bélica". Si es verdad que han dispuesto de una "gran logística", Rubalcaba estará a punto de informarnos de que los más curtidos guerrilleiros manejaban, al menos, teléfonos móviles.

Pero no nos ensañemos. El misterio de esta conspiración no resulta fácil de desentrañar. Varios insurgentes capturados fingen enajenación mental y otros trastornos. Los jueces, siempre indulgentes, han aceptado internarlos en unidades psiquiátricas. Uno de los más destructivos, el que arrasó 300 hectáreas en Lalín, se ha zafado mediante un certificado de oligofrenia media. En fin. Sinteticemos. Según los ministros, una banda de atrasados perfectamente preparados ha mantenido en jaque a los gobiernos de Galicia y de España. No está nada mal para una guerrilla que acaba de estrenarse con el objetivo de desafiar a la Xunta progresista. Pero ya podemos respirar tranquilos. Contra esta sofisticada trama de delincuentes profesionales, habrá manifestación el domingo. Es la respuesta idónea a la conjura de los piradiños.

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