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Luis Hernández Arroyo

Las casandras

Pese a las críticas recibidas por Greenspan, sobre todo desde la izquierda, la credibilidad de la Reserva Federal se mantiene incólume, para desesperación de innúmeros descerebrados con título.

Los mercados de bonos en Estados Unidos han recibido efusivamente las últimas noticias económicas y geopolíticas. Esto quiere decir que la gente ha comprado bonos hasta que el tipo de rendimiento ha vuelto a caer por debajo del 4,9% a diez años, lejos del 5% de primeros de agosto, y más lejos aún del 5,2% de primeros de julio. Por ello de nuevo de perfila una curva de rendimientos negativa: es decir, que los tipos de interés a 10 años están por debajo de los tipos a 3 meses.

Los datos económicos son buenos porque avalan el juicio que hizo Bernanke en la última reunión de la Reserva Federal, el día 8 de agosto: el ritmo de actividad se modera aunque continúe avanzando mientras que los precios de consumo, en julio, avanzan menos de lo esperado. La inflación subyacente (es decir, la que queda tras restar alimentos y energía) registra un 0,2% de incremento, o un 2,7% interanual. Por lo tanto, los mercados, por el momento, aplauden discretamente a Bernanke, aunque la tregua del Líbano y la caída del precio del crudo han ayudado lo suyo.

En todo caso, seguimos en situación –como lo definió Greenspan hace ya casi dos años– de "conondrum", o misterio absoluto sobre por qué los rendimientos de las colocaciones a 3 meses son más rentables que a 10 años. Dado que estamos hablando de colocaciones de muy parecido riesgo de impago (es decir, cero), la diferencia entre ambos rendimientos se debe principalmente al riesgo de pérdida de valor por la inflación. Si es así, ciertamente los mercados valoran muy bajo este riesgo, lo cual quiere decir que las expectativas, acertadas o no, de los cientos de millones de personas e instituciones que mantienen bonos del Tesoro, creen que la Reserva federal es de confianza en su principal designio: la estabilidad de precios.

Recordemos que hace poco economistas de gran prestigio anunciaban con estrépito la caída del dólar por retirada de la confianza de los ahorradores extranjeros, lo que llevaría a una recesión brutal en Estados Unidos por la subida en vertical de los tipos de interés. Creo que lo que hemos comentado anteriormente refuta contundentemente este pesimismo. La confianza en la Reserva Federal, y demás instituciones norteamericanas, parece robusta. Pese a las críticas recibidas por Greenspan, sobre todo desde la izquierda, la credibilidad de la institución se mantiene incólume, para desesperación de innúmeros descerebrados con título.

Recordemos, también, lo que hace años pronosticaba Mackinnon, en mi opinión enormemente acertado: Estados Unidos no tendrá dificultades de financiar su enorme deuda exterior mientras en el interior no se desate una inflación sin control. Y, en este momento, lo que se observa es una caída de los precios de los inmuebles, enfriamiento de la demanda, moderación salarial... Hace cinco o seis años muchos anunciaban esa catástrofe que no ha llegado: desplome del dólar, inflación, subida de los tipos de interés, y una recesión de caballo. Es decir, un ajuste brusco y traumático, para todos, no sólo para "ellos", los culpables. Como se ve, el casandrismo es inasequible al desaliento.

No todo es de color rosa, obviamente; pero las grandes amenazas no están en los desequilibrios de Estados Unidos, perfectamente ajustables sin traumas. Están en la geopolítica, campo en el que se están jugando grandes y decisivas bazas. Y en ese campo, la desunión occidental augura un mal resultado final, no sólo económico.

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