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Fundación Heritage

La debilidad de Europa en la guerra contra el terrorismo

Diciéndolo de forma sencilla, los terroristas están tratando de matarnos. Debemos detenerlos. Deberíamos poner nuestras energías a decidir las mejores formas de lograrlo, no a discutir sobre terminología.

James Jay Carafano

Viajar es educativo. Hace poco he cruzado el Atlántico seis veces en viajes a tres diferentes ciudades europeas. He aprendido dos cosas: (1) Los viajes aéreos internacionales están sólo un peldaño más arriba respecto al transporte de ganado y (2) los europeos todavía no se enteran de qué va la guerra contra el terrorismo.

Cinco años después del 11-S, muchos europeos arguyen que la mejor forma de enfrentarse al terrorismo es desplegar una cuadrilla de policías, analistas de inteligencia, especialistas en relaciones públicas y trabajadores sociales. Llamarlo "guerra", dicen ellos, sólo sirve para "incomodar" a los pueblos y a los lugares que producen terroristas, lo cual hace aún más difícil tratar con las causas reales.

Muchos europeos también temen que tachar la caza de los terroristas como "guerra" le da a Estados Unidos "licencia para matar" desatando sin restricciones el poder militar del Pentágono sobre un mundo indefenso, como si fuera algo parecido a una horda de mongoles.

Este deseo europeo de discutir sobre palabras es más la disputa de una tonta batallita semántica para restringir el poder americano que una operación seria para poner fin al terrorismo. Y es algo rotundamente improductivo, en parte porque no es un verdadero debate.

Estados Unidos nunca ha sostenido que se pueda luchar contra los terroristas solamente con ejércitos, con estrategias norteamericanas unilaterales o ignorando el imperio de la ley. Algunos europeos pueden estar en desacuerdo en la forma cómo Estados Unidos se encarga de los combatientes ilegales, o de cómo conseguimos información, o de cómo intentamos desacreditar las ideologías terroristas. Pero ninguna de esas diferencias de política será resuelta simplemente prohibiendo la palabra "guerra". Sólo se podrán resolver con discusiones serias que reconozcan que tenemos intereses y objetivos comunes: evitar que el terrorismo se convierta en una corporación transnacional.

Diciéndolo de forma sencilla, los terroristas están tratando de matarnos. Debemos detenerlos. Deberíamos poner nuestras energías a decidir las mejores formas de lograrlo, no a discutir sobre terminología.

Hay otra razón muchísimo más importante para no arrugarnos y llamar guerra a la guerra. Negar que estamos en guerra contra los terroristas en realidad puede servir para alentar el terrorismo. Aunque los europeos sientan que hablar de guerra es "provocar hostilidades", los terroristas creen que aquellos que no tienen la voluntad de librar una guerra y demuestran falta de honor y hasta cobardía.

La idea occidental de honor se ha visto influenciada por generaciones de herencia judeocristiana que se ha fusionado con las nociones de moralidad, virtud y principios. El concepto de honor que tiene Bin Laden no ha sido contaminado por hidalgos valores occidentales. Se sustenta en un concepto de honor más tradicional y básico, concepto que continúa siendo extendido fuera del mundo occidental.

Para los terroristas, el honor es simplemente la conservación por medio de hechos y palabras de la buena opinión de quienes importan, sea éstos familia, tribu, pueblo o grupos más grandes. Por ejemplo, los asesinatos y violaciones por "honor" son actos dignos porque restauran el estatus de la familia o del individuo en la comunidad.

Bin Laden y los de su calaña se sienten sin duda muy dignos a pesar de que lo que hacen es ilegal, inmoral y herético. Y sin duda creen que están en guerra contra nosotros.

Su perversión de una legítima obligación religiosa descrita en el Corán como yihad fundamentalmente exige que sus seguidores le hagan la guerra a cualquiera que no se adhiera a su autoridad. En su retorcido mundo de ideas, creen que están llevando a cabo un acto honroso, recuperando el buen nombre de su gente que ha sido agredida por las perversiones occidentales como son la igualdad sexual, la democracia y el laicismo.

Si Occidente se niega a entrar en "guerra", le estará diciendo a nuestros enemigos que nos falta el coraje y la fuerza para defender nuestra propia cultura e ideas. Eso confirmaría a Bin Laden y a otros que el moderno estilo occidental es corrupto y carente de honor. Y reafirmaría la creencia de Al Qaeda en su propia propaganda la cual afirma que las naciones occidentales son un "tigre de papel". La falta de firmeza invita a la agresión en lugar de desalentarla.

Para ganar a Bin Laden, debemos convencerle que somos guerreros –tan fieros y decididos como él– y convencer al mundo no occidental que lo que representamos es honorable y algo por lo que vale la pena luchar.

También debemos hacer un honrado esfuerzo para convencer a grupos étnicos, países y sectas religiosas que no estamos en guerra contra ellos. No son nuestros enemigos, lo son sólo aquellos que tratan de matarnos.

Podemos ganar la larga guerra luchando de la forma correcta, de la manera honorable. Pero no podemos ganar negando que estamos en guerra contra asesinos que intentan masacrar inocentes.

Demasiados europeos siguen estando renuentes a reconocer la dura verdad de que hay una guerra que tenemos que ganar y que ellos están metidos en ella. Su negativa de lo evidente sólo sirve para envalentonar a nuestro enemigo común.

©2006 The Heritage Foundation
* Traducido por Miryam Lindberg

James Jay Carafano, es investigador decano especializado en Defensa y Seguridad Nacional de Estados Unidos en la Fundación Heritage. Es coautor del libro: "Winning the Long War: Lessons From the Cold War for Defeating Terrorism and Preserving Freedom".

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