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Carlos Rodríguez Braun

Desorden privado

La idea de que el mercado es malo porque está desordenado es muy antigua y deriva de una visión superficial y atractiva, pero equivocada. Lo que sucede en los mercados no es que no haya orden sino que no hay nadie que ordene, que no es lo mismo.

El destacado escritor Manuel Rivas reflexiona en El País: "frente al desorden del capitalismo impaciente, el espacio de lo público, de lo comunitario, adquiere un valor preeminente".

La idea de que el mercado es malo porque está desordenado es muy antigua y deriva de una visión superficial y atractiva, pero equivocada. Lo que sucede en los mercados no es que no haya orden sino que no hay nadie que ordene, que no es lo mismo. Esa distinción separa la sociedad cerrada de la abierta, el orden primitivo del "extendido", como lo llama Hayek en "La fatal arrogancia".

En las tribus o comunidades primitivas con comercio escaso o nulo sobresale el orden, como sobresale otra característica de cálido atractivo: todos tienen un objetivo común. En la sociedad abierta del mercado no hay objetivos comunes, sino reglas comunes. Hay un orden imprescindible, porque en su ausencia no hay capitalismo, pero es un orden distinto del de las comunidades cerradas. Por ejemplo, en una tribu sin propiedad privada ni intercambio no es tan necesario castigar el robo y el incumplimiento de los compromisos como en una sociedad de mercado, que descansa sobre la propiedad privada y el contrato.

La sociedad abierta también molesta porque da una sensación de urgencia, de impaciencia, como dice don Manuel Rivas. También esto es un error, que confunde la dinámica de una sociedad libre y próspera –en la que, por cierto, no es obligatorio prosperar– con una comunidad de irresponsables que no piensan lo que hacen. Esto último es conveniente para quienes propician los recortes de la libertad, pero es falso: una cosa es que la gente se esfuerce y afane, incluso con prisa, en mejorar su propia condición mediante intercambios libres con los demás, que eso es el mercado, y otra cosa es que lo haga sin pensar.

Las ficciones con respecto al mercado, por último, hacen que sus enemigos incurran en otra antigua falacia, y es concebir que lo público está reñido con el mercado. De ahí la falacia del señor Rivas que contrapone el capitalismo con un supuesto paraíso "comunitario".

Sin embargo, don Manuel no nos explica cómo sería realmente esa comunidad sin capitalismo, es decir, sin propiedad privada y sin mercado. Y no es difícil explicarlo, porque el mundo está lleno de ejemplos de sociedades que son así, desde la horda más remota en el tiempo hasta Cuba o Corea del Norte hoy. Y, mire usted por dónde, los pueblos están allí efectivamente ordenados y tienen efectivamente mucha paciencia.

En Libre Mercado

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