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José María Marco

La incógnita del PP

A diferencia de Estados Unidos, por ejemplo, no hay en España una tradición política contraria a la inmigración. Y dará al traste con el enorme esfuerzo que en pro de los inmigrantes están haciendo las administraciones gobernadas por el PP.

La inmigración es un asunto difícil de por sí, incluso para países tradicionalmente considerados de inmigrantes, como Estados Unidos. Mucho más lo será para España, que hasta hace diez años apenas acogía inmigrante alguno. ¿Por qué? Porque no creaba ni un sólo puesto de trabajo. Podrán aducirse muchas causas para la inmigración en España, entre ellas el famoso efecto llamada de la regularización de ilegales. Pero el motivo de fondo, y el único probablemente, es ese.

La economía española sigue necesitando mano de obra. En general poco cualificada, lo que complica aún más la situación, porque no hay forma de prever las necesidades del mercado. Los inmigrantes no vienen a España con un puesto de trabajo ya asegurado desde el país de origen. Vienen sabiendo que encontrarán uno, aunque no saben dónde ni en qué condiciones.

La insistencia del Partido Popular en el "efecto llamada" de las regularizaciones plantea por tanto varios problemas. El primero, que no es un argumento del todo cierto, aunque constituya una parte de la realidad. El segundo es que da la impresión de que al PP no le gustan mucho los inmigrantes, o los considera peligrosos. El tercero es que da a suponer que el PP tiene alguna solución alternativa.

En cuanto a la última, sería interesante que se fuera sabiendo. Descartadas las expulsiones masivas por inviables e inadmisibles por la opinión pública, el PP debería empezar a aclarar la forma y los plazos de regularización de los nuevos inmigrantes ilegales. Es de suponer que tiene algo previsto.

En lo que se refiere a la segunda, la percepción de cierta animosidad hacia la inmigración puede resultar negativa para el Partido Popular. Es cierto que el PSOE juega una carta arriesgada con su demagogia porque el voto de los inmigrantes, a medio y largo plazo, es más conservador y menos progresista de lo que a veces se supone. Pero una vez creada, y convenientemente utilizada –con todos los medios progresistas detrás–, la imagen será un baldón difícil de borrar.

Está a punto de consolidarse. Creará un problema donde no existe porque, a diferencia de Estados Unidos, por ejemplo, no hay en España una tradición política contraria a la inmigración. Y dará al traste con el enorme esfuerzo que en pro de los inmigrantes están haciendo las administraciones gobernadas por el PP. Porque esa es la paradoja más hiriente. Los ayuntamientos y comunidades autónomas del PP, en particular Madrid, destinan recursos ingentes a los inmigrantes en forma de ayudas, acciones para la integración, formación de asociaciones, etc. Al mismo tiempo se está transmitiendo la idea de que el fenómeno de la inmigración es negativo y los inmigrantes, no bien recibidos del todo.

Es comprensible que dentro de un gran partido haya diversas opiniones en un asunto tan polémico y tan grave. Lo es menos que dé la impresión de que nadie está interesado en aclarar una cuestión que va a empezar a tener repercusiones electorales casi de inmediato.

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