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Amando de Miguel

Chafarderías

Habrá que suponer que en su caso el morbo es una "alteración enfermiza de carácter psicológico". ¿O será "interés malsano"? Todo eso dicen los diccionarios. Yo, desde luego, escribo para gente sana.

Pablo Granados (Córdoba) me pregunta si creo que "la gente de los pueblos es más cotilla que la de la ciudad". Ni más ni menos. Hoy son pocas las diferencias entre el modo de vida rural y el urbano. Si acaso, en los pueblos se conocen más todos y el cotilleo lo llena todo, pero el impulso de chismorrear es universal. Me gusta más el catalanismo chafardear. Precisamente el interés que puede tener este corralillo de las palabras es que hablamos de personas, de mí mismo en particular y de otros muchos nombres propios. Lo del "corralillo de las palabras" alude precisamente a ese círculo reducido.

Lucía Mateos, zamorana, de 18 años, conoce a algunos de mis parientes de la zona y me cuenta que le ha gustado mucho mi novela Nuestro mundo no es de este reino. Ahora doña Lucía quiere hacer un estudio sobre el habla de Tierra de Campos y me pide bibliografía. Yo he escrito algunos libros y miles de artículos sobre la lengua castellana, pero solo como aficionado. La Dialectología no es lo mío, aunque admiro esos trabajos sobre las hablas locales. Me remito a algunos libros de interés sobre el habla zamorana:

  • Ramón M. Carnero, El libro de los caminos de un maragato sayagués (Zamora: Duero Ediciones, 1997).
  • Francisco Rodríguez Pascual y Nicolás Rodríguez Peláez, La palabra y las palabras (Zamora: Semuret, 2002).
  • Juan Carlos González Ferrero, Sociolingüística y variación dialectal. Estudio del habla de Flores de Aliste (Zamora: Instituto Florián de Ocampo, 1986).
  • Gerardo González Calvo, Palabras y expresiones coloquiales. Pajares de La Lampreana, Zamora, (Zamora: Semuret, 1984).

Ricardo Desola se define como "una persona de izquierdas que lee LD sencillamente por morbo y suele escuchar la COPE por la misma razón". Confiesa el hombre su morbosidad: "Disfruto mucho con las barbaridades y despropósitos que se dicen en esa página [de LD] y en aquella emisora de radio". Más concretamente, "esta seccioncilla suya me parece un poco fuera de lugar"; resulta "completamente ajena al propósito político y a la línea editorial de este espacio" [LD]. Y concluye con lo que realmente le duele: "Ya se han apropiado ustedes [de] la palabra liberales y la usan a su antojo para disimular otros adjetivos que les definen mejor (ultraconservadores, fachas). Le ruego que no haga lo mismo con el término libertarios, aunque solo sea por respeto a los que creyeron en un mundo diametralmente opuesto al que ustedes tratan de imponer". Preciso que la palabra libertario significa anarquista en la tradición española y ultraconservador en la norteamericana. Precisamente esa vacilación de una palabra tan bonita me ha servido para adoptarla como genérico para llamar afectivamente y un poco en broma a los corresponsales de esta seccioncilla. Es una reducción de "lectores de Libertad Digital". Podríamos decir también "digitalinos". No hago mal a nadie al jugar de ese modo con las palabras. Otra cosa, si esta seccioncilla está "fuera de lugar" ¿cómo es que don Ricardo la lee y, además, con "morbo"? No solo la lee, sino que se molesta en escribirme y en rebatir mis opiniones. No comento alguna otra apreciación de don Ricardo, porque destila hiel. Habrá que suponer que en su caso el morbo es una "alteración enfermiza de carácter psicológico". ¿O será "interés malsano"? Todo eso dicen los diccionarios. Yo, desde luego, escribo para gente sana.

Alfredo Llaquet Alsina (Pueblo Nuevo, Barcelona) acaba de leer uno de mis artículos y dice "con espanto que le resulta espeluznante" al comprobar que hay "tantas personas en este mundo [los libertarios que me critican] que decidan ocupar su tiempo en censurar, reprobar y adoctrinar a los demás". Se refiere seguramente a los libertarios que me reprenden porque opino de cuestiones políticas a través del lenguaje. Concluye hiperbólico don Alfredo: "En representación de todos los catalanes de bien y de las catalanas de mejor, es un placer para mí nombrarle hijo adoptivo ambarino de esta tierra y entregarle las ambarinas llaves de todos sus pueblos y ciudades, con todo nuestro aprecio por su inasequible defensa de la libertad, la suya, pero sobre todo, la de los demás". Me siento muy halagado. Lo de "ambarino" me intriga un poco. ¿Tendrá algo que ver con la electricidad?

Aunque mis escritos estimulen algunos desahogos y vituperios, también merecen plácemes y encomios. Cito encantado los comentarios de Silvia Carretto Pereira, cuyo nombre de tecla es Obsidiana. Reside en Barcelona, aunque espera "que sea por poco tiempo más". Me felicita cariñosamente "por su saber, sus juicios críticos y esencialmente por su sencillez y humildad a la hora de aprender o rectificar". Me aplica el dicho de "señor se hace, doctor se hace". Me siento reconocido y halagado. No todo van a ser diatribas y desabrimientos.

Joaquín Ramírez comenta con desenfado: "Soy tertuliano de una emisora local, mi ámbito es reducido. Pero le digo que usted es un ejemplo de cordura, sapiencia y altivez. ¡Joder! Lo que quiero decir es que me agradan sus escritos, y que me ayuda mucho su constancia. Es más, me resulta instructivo leerlo; casi sabe usted más que yo de lengua española". De eso último no me cabe duda. De lengua española no sé mucho; simplemente es mi lengua materna. Agradezco mucho los piropos que me dirige don Joaquín, aunque me deja confuso lo de que yo pueda ser "ejemplo de altivez", es decir, de orgullo, soberbia o engreimiento. En fin, procuraré ser un poco más humilde y llano.

B. Schafer comenta que muchos libertarios me echan en cara la forma en que trato las cuestiones lingüísticas en esta seccioncilla. Concreta: "Yo, por mi parte, quisiera agradecerle su labor. No solo los catedráticos en Filología tienen derecho a explorar la lengua española". Muchas gracias.

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