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Carlos Semprún Maura

París en agosto

Este mes de agosto se termina y los políticos vuelven. Son como las golondrinas pero más feos.

Aunque mucho les pese a los ideólogos y negociantes climáticos, este mes de agosto en París –y en más de la mitad de Francia– ha sido el más frío de mi vida y el más húmedo. Por ejemplo, ayer tuvimos 14º como máxima, y claro, llovió. Por lo tanto, los campesinos y sus organizaciones sindicales, que ya habían presentado sus quejas exigiendo indemnizaciones y subvenciones por culpa de la sequía y una imaginaria canícula, se apresuran a redactar nuevas quejas para exigir nuevas indemnizaciones y subsidios debido al frío y a la lluvia. Todos los pretextos sirven para chupar del bote estatal.

Los medios han celebrado con particular empacho este mes, el 70º aniversario de los primeros congés payés (vacaciones pagadas) otorgados por el gobierno de Frente Popular en agosto de 1936. Entonces eran de 15 días. Me ha llamado la atención, una vez más, el contenido socialista que se da a esa medida sensata. Las vacaciones tendrían un contenido de clase, constituirían una victoria obrera; son, en suma, revolucionarias. Para nada se alude en los comentarios entusiastas a la situación del mundo ese mes de agosto de 1936; no ya a la aparentemente lejana guerra imperialista de Japón, en China, sino ni siquiera a la vecina, la nuestra, en España. Ejerciendo su deber proletario del ocio veraniego, los trabajadores galos no iban a preocuparse por esas guerras tribales. Y cuando tres años después Francia declaró la guerra a la Alemania nazi, en septiembre de 1939, los franceses prefirieron irse nuevamente de vacaciones, en lugar de combatir. Lo malo es que lo hicieron en campos de prisioneros en Alemania. Unos congés payés, algo especiales. El heroísmo siempre ha sido cosa de minorías pero convertir el ocio, la divina pereza, en acto heroico es una de las tantas estafas intelectuales que dominan nuestros mundos como, a otro nivel, la estafa climática.

Este mes de agosto se termina y los políticos vuelven. Son como las golondrinas pero más feos. El primer ministro De Villepin anuncia una serie de limosnas estatales para los transportes, los estudiantes, etc.; los sindicatos dicen que no basta y los empresarios que basta ya de tantos impuestos. Y ya que se sigue hablando tanto de ella, Segolène Royal me recuerda cada vez más a Brigitte Bardot. Me explico: las dos, vistas en fotos o pantallas, eran, son, guapas, pero se ponen a hablar y resultan catastróficas. No es que Segolène tenga una voz tan desagradable como la de Brigitte, es lo que dice, que resulta espeluznante de puro tonto.

Alain Juppé ha hecho surentréeen Burdeos, en donde se le ha preparado todo para que pueda ser nuevamente elegido como alcalde y luego diputado. Juppé, quien se ha sacrificado para no comprometer a Chirac en el asunto de los empleos ficticios de la Alcaldía de París, es el único político de la mayoría capaz de rivalizar con Sarkozy. No tiene mucho pelo, pero ninguno de tonto. Tal vez su vuelta a la vida política ocurra demasiado tarde para las presidenciales de 2007. Eso es, en todo caso, lo que espera Nicolas, que le vería más bien como presidente, pero de la Asamblea Nacional. ¡Toma! Y eso cuando se sabe, además, que su más feroz enemigo en dicha mayoría de la UMP es Jean-Louis Debré, el actual presidente.

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