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Cal Thomas

Llega la era de los demócratas talibanes

¿Qué pasa con los demócratas? ¿Es que no se dan cuenta de que pierden cuando la imagen de su partido pertenece a ultra-izquierdistas como George McGovern, Michael Dukakis o John Kerry?

La ajustada derrota del veterano senador Joe Lieberman en las primarias demócratas de Connecticut es más que la pérdida de un hombre. Es una pérdida para todo su partido y para el país. Con ella finaliza la captura del Partido Demócrata por parte de su ala talibán.

Solían ser los "demócratas de San Francisco", definición acuñada por la ex embajadora americana ante Naciones Unidas Jeane Kirkpatrick para describir la convención del partido de 1984. Pero ahora se han convertido en demócratas talibanes porque están dispuestos a "matar" a uno de los suyos si no se suma a la agenda rígida y estrecha del excéntrico sector radical del partido.

El "pecado" de Lieberman, a los ojos de los demócratas talibanes, fue que apoyó el esfuerzo para derrotar a los terroristas de Irak. Como judío, Lieberman es particularmente sensible a quienes han seleccionado para su extinción al pueblo judío. Pero incluso si no fuera judío, aún tendría que "pillarlo", porque entiende lo que hay en juego en la región y ha concluido correctamente que las consecuencias de un fracaso norteamericano en Irak serían catastróficas.

Su contrincante, que le derrotó en las primarias con un único tema, el candidato sin experiencia ni aptitudes Ned Lamont, odia al presidente Bush tanto que su juicio se ha distorsionado. El ex ayudante de Bill Clinton Lanny Davis, en un reciente artículo del The Wall Street Journal titulado "Macartismo progresista", daba una muestra de la retórica incendiaria dirigida contra Lieberman. Hay antisemitismo vagamente disfrazado ("Como todo el mundo sabe, a los judíos SOLAMENTE les preocupa el bienestar de otros judíos..." publicado en Daily Kos); irracionalidad ("Joe Lieberman es un racista y una persona con prejuicios religiosos", Daily Kos) y ataques personales ("Lieberman no puede escapar del vínculo religioso al que representa. Demonios, el nombre de su mujer es Haggadah o Muffeletta o Diáspora o algo que te comes en Pascua", publicado en el blog Huffington Post).

No importó que Lieberman, el nombre de cuya esposa, a propósito, es Hadassah, se presentase como candidato a la vicepresidencia con Al Gore en el 2000, o que haya votado en contra de la mayor parte de la agenda nacional del presidente Bush. El ala talibán del Partido Demócrata no puede tolerar ningún hereje que no encaje en su línea.

Aunque Lieberman afirma que se presentará como independiente, el daño ya está hecho. Será difícil que demócrata alguno busque consensos con ningún republicano sin ser señalado como un infiel merecedor de la muerte electoral. Nuestro diálogo político ya envenenado no solamente se ha hecho más tóxico, sino también contagioso. Los demócratas talibanes han decretado en la práctica una fatwa que advierte a todos los demócratas de no desviarse de su estrecha línea, o afrontar de otro modo el fin de sus carreras a través de una jihad política. Quizá los pocos demócratas racionales que quedan deberían ponerse sus burkas ya y someterse a la voluntad de los mulás del partido.

¿Qué pasa con los demócratas? ¿Es que no se dan cuenta de que pierden cuando la imagen de su partido pertenece a ultra-izquierdistas como George McGovern, Michael Dukakis o John Kerry? Para aquellos que no solamente crean aún en un sistema bipartidista fuerte, sino también en el compromiso y la conciliación con el fin de promover el bienestar general y buscar el bien común, la derrota de Lieberman es un golpe especialmente duro.

En el punto álgido del poder de los conservadores sociales dentro del Partido Republicano, políticos a favor del aborto y de los derechos de los homosexuales como el alcalde de la ciudad de Nueva York, Rudy Giuliani, o el gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, fueron oradores invitados en las convenciones del Partido Republicano. Los políticos republicanos describieron su partido como "una gran tienda de campaña" con espacio para todos.

La pérdida de Lieberman reduce el tamaño de la tienda de campaña de los demócratas al de una caseta de perro. El mensaje que envía es que solamente se permitirá entrar a aquellos conformes con la visión del mundo de los fundamentalistas de izquierda. ¿Es ése el mensaje que los demócratas quieren llevar a futuras campañas? ¿Quieren pervertir la visión de John F. Kennedy y afirmar en su lugar que Estados Unidos no pagará ningún precio, llevará ninguna carga ni acudirá a ninguna parte en defensa de la libertad?

Si ese es el mensaje que los demócratas talibanes quieren proponer a la nación, tienen completamente garantizada una victoria presidencial republicana en el 2008, y las pérdidas del Partido Republicano este noviembre, si es que hay alguna, no serán tan malas como las previstas. Karl Rove no podría haber concebido un plan más brillante. Pero Joe Lieberman se merece algo mejor.

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