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Antonio Sánchez-Gijón

Entre el Quijote y la grand kermesse

Debemos suponer que Hezbolá, por no hacer quedar mal a su gobierno, del que forma parte, retirará sus misiles y armas antitanques, si no los ha retirado ya, y los pondrá a buen recaudo al norte del río Litani, por si mañana su uso fuera de nuevo necesario

Sobre la resolución 1701 del consejo de seguridad de las Naciones Unidas, que crea una fuerza internacional de 15.000 efectivos para mantener el cese de hostilidades en el Líbano, pueden hacerse dos lecturas: la noble y la realista. A la noble van dedicados los cuatro siguientes párrafos. A la realista el penúltimo.

La noble dice que la "comunidad internacional" (parece que la resolución se refiere a la ONU), responde a la petición del gobierno libanés para "ayudarlo a ejercer su autoridad en todo el territorio" (punto 12). En contrapartida a esta ayuda, el consejo de seguridad "exhorta al gobierno del Líbano a que asegure sus fronteras y otros puntos de ingreso para impedir la entrada en el Líbano de armas o material conexo sin su consentimiento" (punto 14). El subrayado en el verbo exhorta es de la resolución, no mío. Es decir, la fuerza de la ONU ayudará al Líbano en la medida en que su gobierno quiera o pueda satisfacer el llamamiento que le hace la ONU a asegurar sus fronteras contra la introducción de armas.

Al adoptar la interpretación noble, no tenemos más remedio que presumir que el gobierno libanés querrá de corazón impedir la introducción de armas, incluso si no pudiera impedirlo. En este caso se supone que será la fuerza de la ONU la que le ayude también a poder impedirlo. Pero todo esto, que es lo que podríamos llamar la parte dispositiva de la resolución, depende de que se cumpla lo que antes, en el punto 8, se ha establecido como uno de los principios de la resolución: que entre la Línea Azul (aproximadamente la frontera legal entre Líbano e Israel) y el río Litani se produzca "el desarme de todos los grupos armados de Líbano" de modo que en ese territorio no "haya otras armas ni autoridad que las del estado libanés".

Así que, noblemente, la fuerza internacional deberá prestar sus soldados, cañones y fusiles al gobierno libanés cuando éste se decida a desarmar a todos los grupos armados, incluidos los centenares o miles de misiles Katyusha que Hezbolá se supone escondía en ese territorio. Como noblesse oblige, debemos suponer que Hezbolá, por no hacer quedar mal a su gobierno, del que forma parte, retirará sus misiles y armas antitanques, si no los ha retirado ya, y los pondrá a buen recaudo al norte del río Litani, por si mañana su uso fuera de nuevo necesario. Pero ahora escucho un "¡Oiga! ¿No está obligada la fuerza de la ONU a ayudar al gobierno libanés a desarmar a Hezbolá al norte y al sur del río Litani? ¿No dice la resolución (en el punto 12 ya mencionado) que el gobierno debe restablecer su autoridad en "todo el territorio" y que a eso debe ayudarle la fuerza de la ONU?" Bueno, sí, claro... Pero hasta cierto punto. Porque en ese mismo párrafo, tan resolutivo y claro, se precisa que la fuerza internacional "emprenderá todas las acciones necesarias en las áreas de despliegue de sus fuerzas en la medida que estime acordes con sus capacidades" (el subrayado es mío).

Está claro: el gobierno libanés tiene buenas intenciones y la fuerza de la ONU no le va a la zaga en la nobleza de sus propósitos. Eso sí, que no le pida el gobierno libanés ayuda para ir más al norte del Litani porque la fuerza de la ONU no está autorizada a hacerlo. ¿Entendemos ahora la renuencia mostrada al principio por los mandos militares franceses, antes de que sus amos políticos le hicieran doblar la cerviz, a hacerse cargo de una misión que tiene muchas probabilidades de conducir a una postura quijotesca, a un tiempo noble y ridícula?

En fin, ahora la lectura realista. La fuerza internacional se compondrá de contingentes de, por el momento, unos diez países, entre ellos algunos musulmanes; dos de ellos reconocen el estado de Israel, Turquía y Qatar, y otro no, Indonesia. Aún pueden llegar otros. Suponemos que los italianos, que al parecer van a liderar la misión, habrán pensado en cómo superar los problemas de lengua, doctrinas de empleo de las armas, planificación conjunta, comunicaciones; en fin, todas esas cosas que garantizan el éxito de una misión militar. Conseguirlo es muy difícil incluso en una alianza de países afines y homogéneos como la OTAN. Con todo, esto no es lo peor. Lo peor es el ejemplo sentado por Turquía que, sencilla y llanamente, por boca su primer ministro, Tayip Erdogan, ha advertido que las fuerzas turcas "no desarmarán a los militantes de Hezbolá. Si se nos pide tal cosa retiraremos nuestras fuerzas". Es decir, Turquía exige entrar "a la carta" en una misión tan restrictiva como la 1701, despojándola del poco "colmillo" que le han dejado.

Esperemos que lo del Líbano se quede por lo menos en lo quijotesco y no acabe en unagrand kermesse.

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