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EDITORIAL

La negociación con la ETA viene de atrás, de muy atrás

llegar a las elecciones con un programa público y otro secreto es un insulto a todos y cada uno de los votantes socialistas del 14 de marzo, una golfería de la que nadie parece ruborizarse

El que fuese fundador de ETA y actual líder de la formación independentista Aralar, Julen Madariaga, dio ayer el último y definitivo argumento a los que, como nosotros, estamos convencidos de que la negociación con ETA empezó mucho antes de que Zapatero llegase al Gobierno. Como ya hemos apuntado en otras ocasiones, los contactos entre el Gobierno actual y la banda asesina se remontan a los tiempos en que los socialistas decían cumplir y respetar el Pacto Antiterrorista. Nos quedábamos cortos.

Lo que Madariaga nos reveló ayer es que a Zapatero y compañía no le hizo falta ni llegar al Gobierno, tenía claro este punto de su programa desde que ocupaba las bancas de la oposición. No lo hizo público entonces porque sabía que semejante vileza bien podría pagarla en las urnas y porque, en las semanas previas al 11-M, la ETA seguía siendo para el PSOE –al menos de boquilla–, un infame hato de criminales con los que no se debía ni hablar.

Desde el momento en que se hicieron con el poder del modo y manera por todos conocidos, dio comienzo la maniobra de distracción que ha conducido a la situación actual, en la que la ETA respira aliviada, se manifiesta por la calle y sus cachorros vuelven a hacer de las suyas los fines de semana. No existe precedente de un engaño igual en lo que llevamos de alternancia democrática. Partiendo del hecho que el terrorismo es una de las principales preocupaciones de los españoles, llegar a las elecciones con un programa público y otro secreto es un insulto a todos y cada uno de los votantes socialistas del 14 de marzo, una golfería de la que nadie parece ruborizarse. Ni en Ferraz, ni en Moncloa.

Hasta que Zapatero anunció formalmente su intención de negociar con los asesinos, parte del PSOE había dado señales de vivir a disgusto con el pacto que mantenía con el PP en materia antiterrorista, pero sus líderes se guardaban mucho de siquiera insinuar que la entrega se terminaría consumando. A día de hoy la rendición está en curso y un antiguo etarra ha destapado la que quizá sea la peor y más abyecta mentira de Zapatero hasta la fecha. Nadie ha dado la cara para desmentirlo, quizá porque Madariaga tenga pruebas de lo que dice y esté, simple y llanamente, chantajeando al Ejecutivo o tomándose cumplida venganza por la operación antiterrorista de la juez Le Vert en el mes de junio.

La banda sabe más de lo que a Zapatero le gustaría y, de verse a las puertas de su desaparición, se ha convertido en factor clave en la gobernabilidad de España. La mutación empezó entonces, en los meses que antecedieron a las elecciones de marzo. Las causas las desconocemos, pero bien podemos intuirlas y cada uno se hace ya sus propios cálculos y sus propias suposiciones. Este Gobierno trilero y mentiroso, ni en los unos ni en las otras, sale bien parado.

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