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Luis Hernández Arroyo

Euroenvidia

Con una presión fiscal tan baja, encima, tienen el descaro de defendernos de nuestros enemigos, internos y externos. ¿Pero qué se habrán creído?

Se hace cuesta arriba hablar de economía cuando las aguas de la política española están cada vez más turbias, pero lo cierto es que la economía mundial sigue funcionando razonablemente bien, pese a las tensiones recurrentes que aparecen en el mundo. El respiro del mercado del petróleo, que ha caído un 21% desde el pico de agosto, ha sido como lluvia tras la sequía. Pero lo destacado es cómo ha respondido la economía mundial a una subida del 40%, aproximadamente, en un año. Parece que a la OPEP le preocupa ahora que el precio no baje más allá de 60 dólares por barril, pero ni ha sido nunca buena pitonisa del futuro ni ha sido capaz de moderar las fluctuaciones.

De todas formas, hablar de economía mundial es un poco falaz, pues no existe tal ente si no es haciendo un esfuerzo de abstracción ficticio. El mundo es un conjunto heterogéneo de países distintos, con culturas económicas distanciadas incluso en la misma área cultural. Una unidad económica es una nación: es decir, una unidad legislativa, lo que quiere decir una unidad con sus leyes económicas, sus impuestos, sus gastos públicos y, last but not least, un banco emisor. Así, España era en el anterior régimen una economía. Ahora es una nación en desintegración. Otra cosa es que no se quiera ver, pero un territorio donde se ha partido la soberanía legislativa en dos, y probablemente en 3 y más poderes territoriales, no es una nación ni una economía. O lo es sólo provisionalmente.

La Unión Europea, como es bien sabido, pretende ser una economía. No lo es. No tiene legislación económica unificada, y su moneda no rige en todos los países miembros. Por cierto, que los que se han quedado fuera de los dominios del BCE han funcionado mejor que los que sí entraron cantando aleluyas. Ejemplos son Reino Unido, Suecia y Dinamarca. Ni siquiera es una unión de mercado (One money, One market, rezaba pomposamente el libro blanco impulsor de la unión monetaria), como se está comprobando diariamente con las frustradas opas transnacionales. Y eso, por no hablar de la inmovilidad laboral, salvo para la invasión de cayucos.

Aparentemente, y así es asumido de manera borreguil, el centro de la economía mundial se está desplazando hacia Asia, con China a la cabeza. Se habla también de la India con un dorado futuro. Todo esto son patrañas de mediocres. Yo creo que la economía mundial irá bien mientras Estados Unidos vaya bien. Pues esos países ahora tan alabados dependen más de lo que se piensa de la solidez de gigante norteamericano. Es una cuestión de solidez de instituciones y confianza en ellas. Y ahora mismo no hay un país que pueda compararse al "viejo Tío Sam". Me apuesto lo que quieran que, en caso de crisis seria, el dólar sería el primer refugio buscado por el dinero. Ya he expuesto las razones anteriormente, y no vale la pena repetirlas. Sí diré que no deja de ser curioso que la Unión Europea haya vendido la moto que iba a rebasar la potencia americana "por la izquierda", es decir, como Sinatra, in my way... Lo que han conseguido es azuzar y extender el antiamericanismo estúpido que nos impide pensar y que nos lleva a renegar, en España, de la "insidiosa reconquista" (sic).

En todo caso, nuestras lumbreras han desdeñado imitar lo que allí funciona bien, que es casi todo, aunque siguen confiando alegremente nuestra seguridad al presupuesto militar de Bush –como si estuviera a su disposición– pero al que critican cuando tiene un déficit que aquí sería aceptado como moderado por las autoridades de la Unión Europea. Ya van para tres años seguidos que se censura agriamente desde esta orilla el déficit estadounidense, pero van también tres años en los que el crecimiento del PIB ha logrado recaudaciones fiscales muy por encima de lo que, prudentemente, preveía el Tesoro. Y, por supuesto, se les manda el mensaje erróneo de que deberían subir los impuestos, pues les da mucha rabia, pero mucha, que la presión fiscal allí sea del 30% del PIB, 10 puntos menos que la media de la Unión Europea. ¡Qué fastidio! Con una presión fiscal tan baja, encima, tienen el descaro de defendernos de nuestros enemigos, internos y externos. ¿Pero qué se habrán creído?

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