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Cristina Losada

Titiriteiros, ¡Nunca Máis!

Por cierto, ¿rectificarán Rivas y De Toro ahora que su periódico ha publicado un informe de la Guardia Civil que desmiente sus acusaciones? Esperaremos sentados.

Los simpatizantes de la coalición socialnacionalista que gobierna en Galicia están contentos. Han encontrado ese ángulo ideal que permite ver el vaso medio lleno. O sea, medio vacía la manifestación contra la ineptitud de sus bienqueridos gobernantes. Para tal inyección de optimismo les basta comparar a la multitud reunida este domingo en el Obradoiro con la más numerosa que llenó la misma plaza en el otoño de 2002, en la primera convocatoria de Nunca Máis tras el accidente del Prestige. Con ese salto en el tiempo, y el piadoso olvido de la manifa que esa plataforma organizó hace unas semanas para aliviar las quemaduras del gobierno, ya dan por salvado el honor. El que miden los manifestómetros trucados. Como dice una canción popular alemana, "froh zu sein bedarf es wenig". Y, sí, poco hace falta para sentirse feliz, alegre y satisfecho. O, por lo menos, para proclamarlo. Aunque la procesión vaya por dentro.

El meollo del asunto, sin embargo, no pertenece al reino de lo cuantitativo. La diferencia entre una y otra convocatoria es de otro orden. Consiste en que quienes estaban el domingo en el Obraidoiro eran parte de los afectados por los incendios. De los auténticos damnificados. Los que perdieron bosques, fincas, pastos y ganado, y no se quedaron sin sus casas de milagro. Y los que perdieron algo más importante. Los familiares de tres de las cuatro personas que fallecieron por culpa del fuego y del descontrol, estuvieron allí, y no con Nunca Máis. Era, en fin, un público bien distinto al que congregaba esa plataforma para culpar de los incendios a unas "tramas" y a un "terrorismo" cuyos apellidos llevaban, según sus miembros más prominentes, las dos letras que les quitan el sueño: PP. Ah, por cierto, ¿rectificarán Rivas y De Toro ahora que su periódico ha publicado un informe de la Guardia Civil que desmiente sus acusaciones? Esperaremos sentados.

El fenómeno del Prestige se repite. Los afectados iban por un lado y la plataforma de estrellas mediáticas por otro. Los caminos coincidieron al principio, pero se bifurcaron cuando se hizo patente que aquellos chicos tan festejados iban a lo suyo, y que lo suyo se inscribía en la práctica carroñera de instrumentalizar catástrofes. Ciegos a esa realidad dual, se extrañaron de que en la "zona cero" de Telecinco votaran al PP. Hechizados por el apoyo que lograban en las ciudades, creyeron que todo el monte era orégano y que el País Novo o Bobo, como rezaban los carteles ayer, iba a nacer ipso facto. Entonces regía la norma de que a mayor distancia del desastre, más predispuestos hay a abonarse a la versión tergiversada. Ahora también, pero menos.

Como lección no está mal para quienes alardean de representar al pueblo llano. Han podido comprobar de nuevo que esa Galicia rural de la que hablan y escriben, idealizándola, no está con ellos. A cambio, tienen predicamento entre otras gentes. Su granero son las clases medias urbanas ilustradas en el catón progresista. Pero será difícil que a los otros los vuelvan a embaucar. Los han calado. Y se la han jurado. No hay cosa que moleste más que el que hablen por el pueblo unos privilegiados. Los carteles en el Obraidoiro se lo decían bien claro:Titiriteiros, ¡Nunca Máis!Pero no alberguemos esperanza. En su Olimpo no se aprende de la experiencia.

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