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Antonio Robles

Carta abierta al señor Portabella

Mírense al espejo: sólo sois espectros de lo peor del fascismo. No creáis que por defender una quimera quedáis exentos de las responsabilidades de vuestros actos y del deber de respetar las quimeras de los demás.

Hoy nos les escribiré yo. Mientras aguantaba uno de los palos de la pancarta que pedía libertad para hablar en la lengua común de todos los españoles: "Tots som Elvira Lindo" (Todos somos Elvira Lindo), se me acercó un viejo compañero de luchas, Manuel Aquilella, sindicalista de la CGT y trabajador de correos. Acababa de registrar en el Ayuntamiento de Barcelona una carta dirigida a Jordi Portabella, regidor municipal y teniente de Alcalde de Barcelona por ERC.

Dejaré mi espacio, para dárselo a su humor ácido, pero evidente:

He tenido conocimiento de que usted no piensa acudir a la lectura del pregón municipal de las fiestas de la Mercè en Barcelona. Y todo ello porque dicho pregón será leído en castellano por la escritora Elvira Lindo. Vamos a ver:

Señor Portabella: usted no es sólo un afiliado a ERC. Usted es un cargo municipal al que yo, entre otros, tenemos contratado para que gestione la ciudad y que, como funcionario municipal interino que es (hasta que los ciudadanos que lo tenemos contratado vía elecciones lo echemos o no a la calle), debe cumplir con sus obligaciones municipales. Así que no me falte al trabajo el día 22-9-2006(a menos que se acoja a una huelga legal con el correspondiente descuento de haberes).

El que suscribe esta carta es funcionario de Correos y no le gusta nada el salario que le pagan cada mes por el trabajo que realiza: ¡quiere más! Pero, pregunto: ¿puedo no asistir a mi trabajo mañana por esta causa al igual que usted decide no asistir a su trabajo el día de la Mercè porque le da la gana? Es evidente que no puedo hacerlo, y es evidente que, de no asistir, me sancionarían por ello.

Y es que usted, señor Portabella, confunde su afiliación al partido con sus obligaciones como regidor municipal y teniente de alcalde, labores por las que recibe un sueldo al igual que yo, pero usted, como si de un cacique se tratara, decide lo que le viene en gana en cada momento. Eso está muy feo.

Lo chocante es que lo hace con mi dinero y acaso con el tanto por ciento que algún compañero suyo de partido pide a los funcionarios ("sistema Vendrell", ya me entiende).

Hasta aquí la carta. No nos vino mal su desenfado mientras aguantábamos las embestidas de las viejas camisas pardas con la bandera estelada por montera.

Todo es absurdo en mi ciudad: Parte de nuestros representantes políticos insultan cada día nuestra inteligencia y pisotean nuestros derechos con nuestro propio dinero. ¿Quién es el señor Portabella para exigir que se expulse el español de las instituciones de todos? ¿Qué ha pasado en mi ciudad para que unos ciudadanos se crean dueños de calles, instituciones, lenguas, sentimientos, medios de comunicación, fiestas y ritos? ¿Acaso aún no se han enterado que, en un Estado de Derecho, son las decisiones libres de los ciudadanos quienes determinan la legalidad de las relaciones sociales?

Alguien se lo tiene que decir claro: Mírense al espejo: sólo sois espectros de lo peor del fascismo. No creáis que por defender una quimera quedáis exentos de las responsabilidades de vuestros actos y del deber de respetar las quimeras de los demás. Ni aunque fuera vuestro sueño más grande o bello que el de los demás, ni siquiera así tendríais derecho a imponérselo a nadie. Pero lo digo en condicional porque lo cierto es que afirmo que el vuestro es el más sucio pensamiento que engendró el siglo XIX y encharcó de sangre el XX.

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