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Terroristas, leyes, juicios y elecciones

La izquierda de la izquierda pretende que todo es un pretexto con el que un ácido Bush pretende establecer un régimen nazi. Las izquierdas no tan histriónicas dan versiones menos infumables del mismo glorioso argumento.

A los terroristas no les importan las leyes, pero las leyes deben cuidarse de los terroristas. Mediante un compromiso entre la Casa Blanca y tres senadores republicanos, entre ellos John McCain, posible candidato a la presidencia y antiguo prisionero en Vietnam, se ha dado un Washington un paso importante para contar con una ley que establezca las modalidades de los juicios a estos caballeros. La oposición criticaba que no la hubiera y ya se ha puesto a denostar la que está por nacer. Tras esa postura se agazapan intereses electorales y posiciones ideológicas.

La guerra contra el terror es el único punto en el que Bush ha seguido contando con la aprobación de una mayoría, ya algo tenue, de sus conciudadanos. A la cresta de esa ola se ha encaramado ahora con vistas las inminentes elecciones de la cámara baja y una parte del senado y de los gobernadores de los estados. Y lo ha hecho con buenos resultados. Al fin y al cabo no se trata de mero oportunismo. Ese ha sido el tema de su presidencia y a él se ha entregado en cuerpo y alma, jugándoselo todo con el tesón que le caracteriza. Su índice general de aprobación ya se sitúa en torno al 45%. Está dejando de ser el beso de la muerte para los candidatos de su partido.

Los demócratas ven con desánimo esa evolución de la opinión pública a menos de mes y medio de la cita electoral. Cuando las cosas empezaron a ponerse feas en Irak, en tiempos ya remotos, se cebaron en los problemas y magnificaron con derroches de mala fe los fallos de inteligencia respecto a las armas de destrucción masiva de Sadam. Se ganaron a pulso la imagen de flojos en temas de seguridad nacional. Ahora no saben bien cómo salir del trance.

Pero hay más. La negativa a ver una guerra donde el enemigo la ha declarado de palabra y hecho se ha convertido en rasgo de identidad ideológica de toda la izquierda norteamericana y europea. Las implicaciones en la política antiterrorista y en los instrumentos jurídicos de la misma son enormes. Detenciones, interrogatorios, escuchas, registros telefónicos, juicios, poderes ejecutivos, todo se ve afectado por la irreconciliable dualidad de enfoques antagónicos y cada uno de esos temas constituye el objeto de un encarnizado debate teórico y práctico en la vida política e intelectual americana. Los fundamentos constitucionales y la moralidad democrática se convierten en armas arrojadizas y cortantes que incesantemente se entrecruzan a diario en la política y los medios americanos. La izquierda de la izquierda pretende que todo es un pretexto con el que un ácido Bush pretende establecer un régimen nazi. Las izquierdas no tan histriónicas dan versiones menos infumables del mismo glorioso argumento. La incompatibilidad de visiones subsistirá y la ley que parece a punto de aprobarse no las va a resolver.

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