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María Clara Ospina

Tráfico humano, tragedia global

No quieren estos inmigrantes nada diferente a que lo que todos queremos: una vida sin hambre, con educación y salud, y con posibilidades de progresar. Pero tal deseo les lleva a travesías llenas de peligros

A medida en que aumenta la xenofobia contra los inmigrantes en Europa y Estados Unidos, aumenta también la cantidad de personas que buscan emigrar de los países tercermundistas y establecerse en las naciones más ricas del mundo.
 
En medio de la desesperación producida por la inequidad social y la extrema pobreza de la que tratan de escapar, muchos relegan a segundo plano el coste o el riesgo que deben correr para llevar a cabo su objetivo. No quieren estos inmigrantes nada diferente a que lo que todos queremos: una vida sin hambre, con educación y salud, y con posibilidades de progresar. Pero tal deseo les lleva a travesías llenas de peligros, durante las cuales no es raro que terminen lisiados, engañados o en la cárcel o, peor aun, encuentren la muerte debido a los riesgos que corren a manos de quienes se enriquecen trasportando inmigrantes ilegales.
 
Anualmente, 250 millones de personas buscan migrar en el mundo. Muchas de ellas caen en manos de truhanes que, aprovechándose de la necesidad e ignorancia de estas gentes, les ofrecen transporte y papeles. No son más que lobos vestidos de ovejas que robarán o abandonarán a sus clientes durante la travesía, dejándolos en grave peligro.
 
Es este el caso de los llamados "coyotes" que cobran hasta 5.000 dólares por pasar a una persona por "el hueco" de la frontera entre México y Estados Unidos y que, en muchas ocasiones, la abandonan en medio del desierto o la dejan morir deshidratada en el baúl de un carro o camión, cuando se ven perseguidos por la policía.
 
A las costas de Sicilia, el lugar considerado más fácil para entrar a Italia desde África del Norte, arriban más de 12.000 hombres, mujeres y niños anualmente. Estas personas pagan a los "expertos" para que les transporten a Italia desde 1.200 hasta más de 4.000 dólares. Pero muchas veces terminan, no en Palermo, Roma o Milán, sino ahogados, o en las fauces de un tiburón. La policía italiana intercepta cientos de embarcaciones peligrosamente sobrecargadas, sin equipo de salvamento ni agua. Otro tanto ocurre en las costas de España y Francia. En lo que va del año 2006, han interceptado a más de 23.000 africanos, hacinados en botes a punto de naufragar, tratando de desembarcar en las Islas Canarias. A esto se suma la trata de blancas, el peor y más denigrante de todos los tráficos humanos.
 
El tráfico clandestino de inmigrantes, cada día mayor, se ha convertido en una verdadera tragedia global. Cada inmigrante muerto es un dedo acusador a un régimen mundial cada vez más cerrado y excluyente. El hombre, nómada por naturaleza, buscará siempre el mejor lugar para vivir. Entonces, para evitar la tragedia de la inmigración clandestina, se debe educar, informar y promover políticas inteligentes de inmigración, en vez de cerrar las puertas.

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