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EDITORIAL

La soledad multitudinaria de las víctimas

Las víctimas han vuelto a dar una lección de dignidad y libertad simbolizada en el testimonio de Teresa Jiménez Becerril a los manifestantes en Sevilla, un desgarrador y sincero alegato de la batalla que toca dar en la España de hoy

El día en que la "soledad" de lo más decente de la sociedad y la "soledad" del único partido de la oposición se decidan a hacerse compañía, la barra libre del PSOE en la sociedad y en el poder se habrá hundido para siempre. El desprecio del presidente del Gobierno y de su partido por el clamor popular contra ETA obedece al éxito del estigma de soledad y aislamiento que han conseguido endosar a la oposición en todas sus variantes y manifestaciones. Cualquiera que discrepe de la política divisionista y mesiánica de Rodríguez Zapatero pasa a engrosar el confín de las minorías aisladas y radicales. Todo el que expone pruebas de la impostura, se le sojuzga y escarmienta en la plaza pública, como está ocurriendo con tres de los mejores expertos de la Policía Científica española, linchados por el Gobierno y sus sicarios mediáticos, simplemente por señalar la falsificación, a manos de sus superiores, de uno de los informes del 11-M en el que se puso de manifiesto un posible lazo de ETA con la trama islamista. 

Un Gobierno que manosea con tanta obscenidad la paz para arrogarse el derecho de representar a todas horas, y en exclusiva, la voluntad de la mayoría, no se detiene en barras a la hora de utilizar a la sociedad entera como escudo moral tras el que avanzar en su verdadero objetivo, la reducción del PP a mera coartada de legitimidad para un régimen de hegemonía prácticamente inexpugnable de socialistas y nacionalistas. 

La abyecta ficción de la "soledad del PP", repetida como un mantra por la inmensa mayoría de los medios de comunicación, ha pasado a aplicarse, en vista del éxito, a cualquier estamento de la sociedad civil que no acate la política de cesiones a los terroristas, la opacidad del llamado "proceso de paz" o el poder de intimidación de los asesinos en calles y foros del País Vasco y de España. 

De "El PP vuelve a quedarse solo en el Parlamento", tan familiar, hemos pasado a "Las víctimas vuelven a protestar solas, en contra del deseo de paz de la inmensa mayoría", que subyace en el desprecio de los jerarcas socialistas y gubernamentales por las iniciativas de la AVT.

Después de seis manifestaciones multitudinarias, millones de ciudadanos en las calles y una movilización cívica sin precedentes, para que el Gobierno no negocie con quien no quiere negociar, sino imponer su utopía racista, totalitaria y anexionista en el País Vasco y Navarra, el presidente del Gobierno considera amortizado el ruido de fondo y no piensa distraerse durante un solo segundo de su objetivo de cerrar un acuerdo con ETA, o crear una expectativa clara de que es posible antes de las próximas elecciones generales. 

Buena prueba de ello lo constituye el mitin de este domingo en Alcorcón, en el que Rodríguez Zapatero no hizo ni una mención a las víctimas del terrorismo, pero homenajeó, en cambio, a los manifestantes de 2003 contra la guerra de Irak. Si puede permitírselo se debe, en buena medida, a que la oposición sociológica y política a este régimen opresivo ha acabado por interiorizar la mentira de que está sola y se resigna a salir a la calle de manera casi clandestina y casi siempre con más voluntarismo que organización. 

El PP debe tomar buena nota de la potencia y la claridad moral de un sector de la sociedad civil que no se resigna a que su Gobierno traicione a los muertos y convierta a sus ciudadanos en siervos del Mal. Esa cara de la sociedad ha vuelto a dar este fin de semana una lección de dignidad, coraje y libertad simbolizada en el testimonio que Teresa Jiménez Becerril dirigió a la multitud manifestada en Sevilla, un desgarrador, sincero y hermoso alegato de la batalla que toca dar en la España de hoy. Cuando la dirección del PP recuerde que su "soledad" es un clamor de casi diez millones de electores y se decida a "oficializar" lo suyo con la calle, su base social estará menos sola y la mentira empezará a tenerlo francamente difícil.

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