Uno de los aspectos más indecentes de la política de inmigración llevada a cabo por el Gobierno de ZP ha sido su constante apelación a un mal entendido humanitarismo, que ha tenido por objetivo la anulación del sentido crítico de los españoles y de sus reticencias frente a las "regulaciones masivas" y al "papeles para todos".
Sin querer darse cuenta de que aquella regulación masiva de Caldera no era más que una irresponsable huida hacia delante, repleta de efectos perversos, al Gobierno de Zapatero no le importó generar falsas esperanzas entre quienes sufren los azotes liberticidas y empobrecedores de regímenes que, para colmo, cuentan con la subvención económica y con la condescendencia, diplomática y política, del Ejecutivo español.
Las falsas esperanzas que, sobre la manipulación de los buenos sentimientos, ha generado la irresponsable e insostenible política de Zapatero, se hacinan ahora en los centros de internamiento o en el fondo del mar, tal y como les ha sucedido a los 20 inmigrantes que, este jueves, han muerto ahogados en su viaje a Canarias. Esas muertes se suman a la de los miles de emigrantes que tras la regulación masiva creyeron que, tarde o temprano, el Gobierno español volvería a hacer lo que, a día de hoy, Zapatero sigue sin admitir que fue un error.
Si el Gobierno quiso ocultar a la opinión pública las muertes de inmigrantes de las que en su día le alertaba un informe de la Guardia Civil, lo grave es que ahora insiste en sortear la realidad, como pone de manifiesto Rubalcaba y su bochornosa ocultación de la fuga de los inmigrantes ilegales de los centros de internamiento, o la soberbia con la que Zapatero se niega a "recibir lecciones" de gobiernos europeos. Eso cuando, desde el PSOE, no tienen la desfachatez de sostener que "la política de inmigración de España es un referente para toda Europa", tal y como acaba de afirmar el caradura de Zerolo.