Escuché dos comentarios elogiosos en la radio: el Banco Central Europeo ha subido los tipos de interés porque está "empeñado en luchar contra la inflación", y la Ley de Dependencia es una muestra de "solidaridad colectiva". Para el editorialista de ABC, el consenso de PP y PSOE en torno a esta ley demuestra que "los milagros existen en política".
Hayek habló del misterioso mundo del dinero. En efecto, es más complejo que probablemente ningún otro aspecto económico. Dos misterios que se mantienen a lo largo de los siglos son, uno, que el dinero es totalmente controlado por el Estado sin que nadie proteste nunca, y dos, que la autoridad monetaria es objeto de un respeto mucho más reverencial que el de cualquier otra autoridad. De ahí la notable idea de que el Banco Central está "empeñado" en controlar la inflación. ¡Y nadie dice nunca que la inflación es provocada por el Banco Central!
Análogamente disparatado es el pensamiento único a propósito del consenso político: cuando los diputados están de acuerdo, se lo celebra con alborozo porque se cree que la sociedad está de acuerdo, una falacia que ya a finales del siglo XVIII denunció el marqués de Condorcet. No se piensa que quizá el interés de los políticos puede no coincidir puntualmente con el social, y se saluda una ley como la de Dependencia ¡sin pensar en su coste! Sólo se piensa en sus ventajas, y se contempla a los políticos como gestores benévolos del maná que gratuitamente brinda el Señor desde el cielo. Y se llama "solidaridad colectiva" a una nueva vuelta de tuerca en la redistribución coactiva.
El consenso de izquierda y derecha a propósito de la Ley de Dependencia no es un milagro. El verdadero milagro sería que los políticos acordasen reducir el gasto público y los impuestos, y que los votantes mayoritariamente aplaudiesen.