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Rubén Osuna

El futuro de Apple, con o sin Steve Jobs

Es ese fracaso lo que llevó a Steve Jobs a decidir el cambio de microprocesadores, abandonando la plataforma PowerPC para pasar a Intel. En principio, la decisión parece acertada, y la cuota de mercado de Apple empieza a crecer con fuerza.

Apple presentó el lunes 7 de agosto su nueva versión del sistema operativo Mac OS X, Leopard. Fue una presentación parcial, pues no se desvelaron todas las nuevas características de un producto al que aún le quedan al menos 6 meses de desarrollo. Lo que se mostró apunta a un refinamiento de la versión actual del sistema, con algunos sorprendentes añadidos. Además de eso, se presentaron nuevos ordenadores basados en los últimos microprocesadores de Intel, con doble núcleo e instrucciones de 64 bits.

Sin embargo, la historia de Apple en estos últimos años ha sido la de un sorprendente fracaso. La empresa de la manzana siempre ha sido brillante en el desarrollo de programas informáticos, más que en el de ordenadores en sí, para los que ha necesitado de socios, compensando a veces la relativa inferioridad con un toque de "estilo". En efecto, los ordenadores de Apple son atractivos, especialmente desde que Johathan Ive se encarga del diseño, pero lo que de verdad sorprende es la capacidad que tiene una empresa tan pequeña para desarrollar tantos programas informáticos de una calidad tan alta, y tan innovadores. Apple supera en esto incluso a gigantes de la informática como Adobe o la propia Microsoft. No sólo marca la pauta en las aplicaciones domésticas, como iMovie, iPhoto o iTunes, o en los servicios a través de internet, con las .Mac (heredera del innovador eWorld), sino que es líder determinados mercados profesionales donde sus programas son auténticas referencias, como en las bases de datos (FileMaker), la edición de vídeo (Final Cut), de sonido (Logic), la animación (Motion) o incluso de efectos especiales para el cine (Shake). Apple también ha creado uno de los entornos de desarrollo de aplicaciones más completos y logrados, con las XCode y WebObjects. Sobre toda esa oferta destaca es magnífico sistema operativo Mac OS X, basado en UNIX y de lejos el más sofisticado y conseguido de cuantos circulan actualmente. El precio de estas aplicaciones suele ser muy razonable, cuando no realmente bajo. La estrategia de Apple es generar beneficios mediante la venta de máquinas en las que emplear esos programas, que suelen ser relativamente caras, para lo cual es necesario vender un número razonable de ellas. Así es como ha funcionado el negocio de los iPod. Apple no gana gran cosa vendiendo canciones, pues casi todo el beneficio se lo quedan las discográficas.

El fracaso de Apple ha sido no poder capitalizar todo ese esfuerzo. A pesar de algunas innovaciones importantes en cuanto a hardware (como los procesadores G5 o los puertos FireWire), del refinadísimo diseño industrial de sus máquinas (desde los iMacs, pasando por los MacMini, a los estupendos XServe), del lanzamiento de ordenadores portátiles y de escritorio muy asequibles (por 1000 y 600 euros respectivamente), o de la sorprendente oferta de aplicaciones informáticas, la cuota de mercado de Apple no ha conseguido aumentar más allá de ese 3% (depende de lo que se mida), en contra de las expectativas, lo que impide el aprovechamiento de las economías de escala de las que se nutren empresas mediocres que consiguen mucho más con menos esfuerzo.

Es ese fracaso lo que llevó a Steve Jobs a decidir el cambio de microprocesadores, abandonando la plataforma PowerPC para pasar a Intel. En principio, la decisión parece acertada, y la cuota de mercado de Apple empieza a crecer con fuerza. Gracias a los nuevos procesadores los Macs han ganado en compatibilidad con el mundo de los PCs basados en Windows, haciéndose más atractivos ante el comprador temeroso de aventurarse en un territorio desconocido. Una sencilla aplicación llamada Boot Camp permite elegir qué sistema operativo queremos utilizar en nuestros Macs, el propio de Apple o Windows. Es más, aplicaciones como Paralells permiten cargar Windows XP dentro del Mac OS X, y utilizar simultáneamente aplicaciones para ambos sistemas operativos. Otras iniciativas como Wine hacen posible utilizar aplicaciones para Windows en un Mac sin instalar el sistema operativo de Microsoft siquiera. En suma, podemos comprar un estiloso Mac y utilizarlo como un PC con Windows, aunque la verdad es que dejar Mac OS X aunque sólo sea por unos minutos para enfrentarse a la interfaz de usuario de Windows es todo un trauma, no inferior al que sufriría Paris Hilton si le quitan la tarjeta de crédito y la sueltan en el Amazonas. Para cuando la nueva versión de Windows salga al mercado (Windows Vista), en algún momento de 2007 si Dios no lo remedia, el sistema operativo de Apple estará ya en su quinta iteración, después de más de 6 años en el mercado, y todo parece indicar que, una vez más, bromas aparte, Windows seguirá pareciendo una copia parcial y no del todo lograda del sistema operativo de Apple.

El futuro aparece hoy ante los inversores, gestores, trabajadores y usuarios de Apple más prometedor que nunca. Pero Apple parece marcada por el mito de Ícaro, y siempre que se impulsa con fuerza algo parece detenerla. Esta vez es elpreocupante aspectode Steve Jobs, que sufrió un cáncer de páncreas y fue intervenido quirúrgicamente en agosto de 2004 (al parecercon éxito), lo que arroja una negra sombra sobre ese prometedor futuro. Su aspecto físico no tranquiliza, se le ve falto de energía y sus apariciones públicas son más breves que de costumbre. A diferencia de Bill Gates o del otro fundador de Apple, Steve Wozniak, Jobs nunca fue un técnico brillante, ni demostró siempre una capacidad especial para darse cuenta de cuándo una idea era revolucionaria (en contra de lo que se cree), pero tiene una fuerza de voluntad capaz de arrastrar a una empresa o a una industria entera. Cuando se propone algo no ceja hasta conseguirlo. Galvaniza, atemoriza y condiciona incluso a personas mucho más capaces técnicamente que él, mejor informadas, poderosas y con larga experiencia en el mundo empresarial. Los pesos pesados de las grandes empresas le temen. Sin Steve Jobs Apple no sería Apple, y un futuro preñado de posibilidades quedaría reducido al "cieno de números y leyes, a los juegos sin arte, a sudores sin fruto".

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