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Jorge Vilches

¿Por qué esta izquierda?

La clave está en que la izquierda no sólo debe gobernar, sino que además debe decirle a la derecha cómo tiene que hacer oposición. El modelo del buen opositor, normal, "a la europea", debe ser el que siguió el PSOE de Zapatero entre 2002 y 2004.

El senador popular Ignacio Cosidó se ha equivocado al contestar con una justificación al artículo de Ignacio Sánchez-Cuenca en El País (15-X-2006). Es mucho más instructivo, y útil para clarificar la situación, analizar con qué argumentos critica al PP y qué conceptos utiliza.

Obviando el tono a veces airado de Sánchez-Cuenca, podemos entresacar la idea. El PP no puede ganar las elecciones comportándose como un "partido normal" porque la población simpatiza más con la "izquierda socialdemócrata". Ante este obstáculo estructural, los populares recurren a hacer una "oposición brutal" en temas que "no son de derecha ni de izquierda": la unidad de España, la autoría del 11-M o el proceso de paz. Si no lo hiciera "se enfrentaría a una derrota segura". Es lo que hizo el PP en 1993 y 1996, dice, con el GAL y la corrupción. Y, como entonces, está en marcha el "zafarrancho mediático" que, como el Alcázar, desliza llamamientos "golpistas".

El mapa es el de una izquierda impoluta y civilizada, paladín de la democracia y la solidaridad. Junto a ella, sitúa a un PP anormal en el contexto europeo, que nunca ha tenido un "programa electoral atractivo", y que recurre a la "oposición brutal" para confundir al elector izquierdista. El PP, en fin, daña a una democracia en la que el papel que le toca es el de oposición sonriente y nada más.

La comparación de los GAL y la corrupción con el Estatuto de Cataluña, la investigación del 11-M y el "proceso de paz" no es muy afortunada por las evidentes conclusiones que se sacan. La clave está en que la izquierda no sólo debe gobernar, sino que además debe decirle a la derecha cómo tiene que hacer oposición. El modelo del buen opositor, normal, "a la europea", debe ser el que siguió el PSOE de Zapatero entre 2002 y 2004. Tomen nota.

Primero, una utilización de los gobiernos autonómicos socialistas para bloquear las iniciativas del Ejecutivo popular, sin una alternativa sopesada; al trasvase del Ebro me remito. Es más, se ha confesado que el gobierno tripartito se formó y firmó en Cataluña con tanta radicalidad en sus propuestas porque se pensó, no en los catalanes, sino en que sería Rajoy el que se sentaría en La Moncloa y no Zapatero.

Segundo, una toma de la calle, junto a los más extremistas, como IU, ERC y BNG, utilizando el desastre del Prestige, a pesar de que el gobierno lo resolvió con los afectados en un tiempo y manera que ya hubieran querido para sí los perjudicados y víctimas de los incendios de Guadalajara y Galicia. Por otro lado, las protestas por la guerra de Irak condujeron, en parte, a una violencia verbal y física de algunos militantes socialistas contra los populares. Y todo esto sabiendo que el Prestige y la guerra de Irak no eran temas de "derecha o de izquierda". ¿O sí?

Por supuesto que el PSOE de Zapatero hizo cosas interesantes en la oposición: los pactos por la Justicia y contra el Terrorismo, que ya ha roto. Podemos rasgarnos las vestiduras y llamar "golpista" a troche y moche porque la oposición dice que el gobierno socialista está haciendo mal la reordenación del Estado, cediendo ante ETA y que se investigue más y mejor el 11-M, pero nada habremos avanzado. ¿Nadie, por cierto, se va a ajustar al significado politológico e histórico de los conceptos "golpe de Estado" y "golpista" para que, por lógica, salgan del vocabulario político actual?

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