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Agapito Maestre

La enfermedad de Zapatero en Europa

La resolución que se votará en el Parlamento europeo es una muestra más de la incapacidad de Europa para unirse. Zapatero ostentará el triste honor de haber abierto la mayor fractura de la Unión de los últimos años

Ilimitada es la capacidad de muchos hombres para decir una cosa y hacer la contraria, mantener principios morales, en teoría, y comportarse de forma opuesta a ellos en la práctica. Esta quiebra tiene su mejor ejemplo en el comportamiento hipócrita de Zapatero, que predica la solidaridad entre civilizaciones, mientras arremete constantemente contra la cristiana y occidental; habla de la solidaridad con las víctimas, mientras concede ventajas a los verdugos; defiende de boquilla a la "ciudadanía" española, mientras admite la superioridad y diferencia de unas regiones sobre otras; exalta permanentemente la fraternidad y la convivencia entre los ciudadanos, mientras estigmatiza y anatemiza cualquier posible colaboración con el partido que representa a la mitad de los españoles; en fin, apuesta en los papeles por la unidad europea, mientras provoca en el Parlamento europeo una de sus mayores crisis por someter a votación su compromiso con la banda criminal ETA.

Sí, cuando el próximo miércoles se vote en el Parlamento de Estrasburgo la hipócrita resolución a favor o en contra de la legalización del terrorismo de ETA, se habrá consumado uno de los mayores ataques que la unidad europea haya recibido de uno de sus socios, España. Su Gobierno, a través del grupo parlamentario socialista, ha presentado una resolución no tanto para acabar con el terrorismo de ETA, sino para sacralizar entidades étnicas, minoritarias y narcisistas que quieren acabar con el Estado-nación, que es la pieza básica sobre la que está construida la Unidad Europea. La hipócrita enfermedad de Zapatero habrá infectado definitivamente una institución que, mejor que peor, ha defendido desde 1946 la tolerancia entre las diferentes naciones europeas para unirse exactamente como unidades nacionales, nunca como un conglomerado de etnias o "pueblos", en la búsqueda de bienes en común.

A partir del miércoles, en Estrasburgo, ya no sólo se hablará de naciones, sino del extraño "derecho" de los sectarismos tribales y terroristas a ser atendidos por el Parlamento europeo. Pues si las reivindicaciones de los criminales de ETA han adquirido carta de naturaleza en el Parlamento europeo merced a la perversidad colaboracionista del Gobierno Zapatero con la banda criminal ETA, ¿por qué no admitir entonces a discusión política, por ejemplo, las "demandas" de los terroristas corsos o de cualquier otro grupo que sacralice entidades étnicas y regionalistas?

El triste Parlamento europeo, poblado por los políticos sobrantes de los diferentes estados nacionales, votará el miércoles contra sí mismo, porque estará aceptando que una banda de criminales, un grupo de sectarios tribales, tengan el mismo derecho a ser oídos que los representantes legítimos de una nación. He ahí el gran "triunfo" de Zapatero en Europa. Ha conseguido que el Parlamento europeo, el parlamento de "parlamentos nacionales", discuta una pretensión de un grupo secesionista, o sea, de una banda que quiere reventar la propia unidad europea. Grave no es la situación. Es gravísima, pero los ingenuos políticos europeos, especialmente el grupo de la izquierda, hacen como si la cosa no fuera con ellos. ¡Pobres! Están votando contra sí mismos y no quieren enterarse.

La resolución que se votará en el Parlamento europeo es una muestra más de la incapacidad de Europa para unirse. Zapatero ostentará el triste honor de haber abierto la mayor fractura de la Unión de los últimos años. "Vuelta al corazón de Europa", dijo Zapatero al llegar al poder, naturalmente para destrozarla. Nadie lo paró con la legalización de inmigrantes y nadie lo ha parado con la legalización del terrorismo. Terrible. Europa entera lo pagará. España ya lo está pagando.

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