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Carlos Semprún Maura

Parafernalia

Los tres candidatos al naufragio de Francia no dijeron nada sobre el peligro islámico, incluso cuando se habló del "malestar" en los suburbios. Aún peor, sólo citaron el islam para denunciar las "discriminaciones" que sufre.

Basándose en un informe de los Renseignements Généraux, que denunciaba la presencia de células de islamistas radicales entre los empleados de los servicios de equipaje y otros del aeropuerto de Roissy, el ministro de Interior ha decidido tomar medidas de control y despido. Inmediatamente los "órganos de Stalin" de la progresía se han puesto a denunciar la "caza de brujas" antimusulmana de Nicolas Sarkozy, convertido así en el "enemigo público número uno". Pero sólo ha cumplido con su deber, aplicando el sabio principio de precaución, más urgente que nunca en estos tiempos de terrorismo y de amenazas de terrorismo. Porque menos mal que en Londres, como en Alemania, se ha aplicado dicho principio evitando así atentados mortales tanto en aviones como en trenes. Para los que no somos racistas, un terrorista es un terrorista, que hay que intentar detener antes de que asesine, sea éste vasco, musulmán, italiano, corso o lo que sea. (Está visto que ETA no sólo no ha entregado un arma, sino que sigue robándolas.)

En el escandaloso paripé que copa todos los medios y monopoliza toda la propaganda, en beneficio exclusivo del PS sin que nadie proteste por ello, los tres candidatos al naufragio de Francia (miembros de honor del Templo Solar) no dijeron nada sobre el peligro islámico, incluso cuando se habló del "malestar" en los suburbios. Aún peor, sólo citaron el islam para denunciar las "discriminaciones" que sufre.

Si tras la primera emisión de propaganda sociata los comentaristas declaraban un empate, los sondeos le dieron una ligera ventaja a Strauss-Kahn. En esta segunda los sondeos aún no se han pronunciado, pero los comentaristas se muestran jubilosos: "¡Al fin han regañado!". Como si del "Gran Hermano" se tratara. La Royal no decía nada y ahora que algo dice resulta ser monstruoso: creación de "comités de defensa de la revolución" (o "jurados populares") para vigilar, juzgar y sancionar a los diputados; creación de campamentos "en los países pobres" (o sea, en las "colonias", como en el siglo XIX), vigilados por militares, bomberos (?) o gendarmes para delincuentes menores; y otras lindezas ultracarcas. Pero estuvieron los tres de acuerdo en la legalización de los matrimonios gays y el derecho de adopción para las parejas homosexuales, con argumentos de lo más peregrino. Según ellos, puesto que la familia está destrozada, los divorcios aumentan, los padres no cumplen con sus deberes, etc., ¿qué más da que los maricas se casen y adopten niños? Una catástrofe más o menos, ¿qué importa al mundo?

También estuvieron de acuerdo en que la solución de todo era más dinero: más dinero para la educación, los suburbios, los pobres, la sanidad, las urbanizaciones, el inevitable "medio ambiente", etc. El único en reconocer que eso exigiría un aumento de los impuestos fue Strauss-Kahn, pero se apresuró a precisar: ¡los impuestos de los ricos! En 1936, Maurice Thorez ya aullaba: " Faut faire payer les riches!" ¡Viva la Pepa!

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