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Jorge Vilches

¿De qué hablan?

El problema está en no haber formado un bloque con el PP desde el primer día. Y no se hizo porque no se buscó el éxito de la democracia española sobre el terrorismo, sino la exhibición pacifista del PSOE.

El tema del robo de las pistolas francesas muestra el callejón sin salida, al menos aparente, en el que está "el proceso". Se cruzan acusaciones de irresponsabilidad política y se anuncian graves consecuencias, pero no sabemos a qué se refieren.

La internacionalización del "conflicto político" vasco no le ha servido al Gobierno para nada: ni ha arrinconado al PP, ni le ha recibido un aplauso de la UE, ni los etarras se han abizcochado. El que Zapatero saliera a toda prisa con Miguel Sebastián y Rafa Simancas a anunciar la buena nueva no es más que la demostración –qué duda cabe– de que la estocada de Estrasburgo dio en hueso. Y el problema no está en la redacción –corregida tras el robo de las pistolas–, ni en el momento o el escenario –con ser todo ello grave–, sino en el mismo mecanismo de la negociación: no haber formado un bloque con el PP desde el primer día. Y no se hizo porque no se buscó el éxito de la democracia española sobre el terrorismo, sino la exhibición pacifista del PSOE.

El gobierno insiste en que no hay precios políticos para la paz, lo que para cualquier observador hace incomprensible la negociación. Si no están hablando sobre presos, legalización, autodeterminación y territorialidad, ¿de qué hablan? El reclutamiento de etarras se ha hecho sobre la base de la frustración y el odio por perspectivas políticas creadas y no satisfechas. ¿Cómo va a ser posible aplacar la ira de estos terroristas sin hablar de política?

La estrategia de ETA en su mayor momento de debilidad es hallar el logro de sus objetivos por medios distintos a los violentos, pero también ilegales: la mesa de partidos. Así, el verdadero problema de este "proceso" es que se ha convertido en interlocutor válido a ETA-Batasuna en la construcción de un nuevo marco político para el País Vasco. Lo grave sería sentarse a una mesa de partidos con los representantes de una banda terrorista, a la misma altura que los partidos democráticos, con el objetivo de diseñar la sociedad vasca del futuro. La autoridad y legitimidad que se daría con ello a ETA-Batasuna no tendría precio en el porvenir, y su voz y su presencia serían decisivas a la hora de definir el nuevo discurso nacionalista y reivindicativo.

Y si la negociación no es sobre cuestiones políticas, no estaría de más saber de qué hablan, ¿de una reforma estatutaria que reconozca una "realidad nacional" a la andaluza, o una redacción confusa y recurrible a la catalana? Este "proceso" cada vez se parece más a la aventura de Joseph K, el personaje de "El proceso", de Kafka, un hombre juzgado por unos delitos desconocidos, que acabó confesándose culpable.

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