Desgraciadamente, y para perjuicio de nuestra imagen exterior, no le falta razón al ministro de Economía alemán, Michel Glos, cuando este jueves, en unas duras declaraciones, ha acusado al Gobierno de Zapatero de "utilizar todos los trucos posibles" para evitar la OPA de E.On sobre Endesa.
Si antes de que entrara en escena la oferta de E.On el Gobierno y su dependiente Comisión Nacional de la Energía ya habían hecho oídos sordos al dictamen del Tribunal de Defensa de la Competencia español –contrario a la politizada opa de Gas Natural–, tampoco le importó después a nuestro Gobierno sortear la legislación comunitaria con tal de obstaculizar la inesperada irrupción del consorcio alemán. Hace ya más de un mes que Bruselas, de forma definitiva, declaró ilegales 18 de las 19 condiciones impuestas a E.On y conminó al Ejecutivo español a retirarlas. Posteriormente, la Comisión Europea abrió a España un expediente de infracción por no haberlo hecho y dio un plazo a nuestro Ejecutivo de cinco días para responder a su petición de explicaciones. El Gobierno de Zapatero ha esperado al último día y su única respuesta ha sido la de pedir "más tiempo".
En lugar de poner fin de inmediato a uno de los escándalos político-financieros más graves de los perpetrados en la historia de nuestra democracia, el Gobierno de Zapatero insiste en perseguir sus intereses políticos, que no son otros que los de satisfacer a los nacionalistas. Poco importa que España y su seguridad jurídica muestren una imagen bananera en el exterior. Para colmo, dos de los más claros protagonistas de este inacabado y bochornoso culebrón se presentan por el PSOE a la Presidencia de la Generalidad catalana y a la Alcaldía de Barcelona. ¿O era a la de Madrid?
