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EDITORIAL

No ganan los demócratas, pierden los republicanos

Han incumplido cuanto podía incumplirse de aquel "Contrato con América" que les permitió conquistar las cámaras hace doce años. Cuando los republicanos se preocupan más de conservar el poder que de reducirlo, lo normal es que lo pierdan.

Los plumillas que dieron por certificado el triunfo de Kerry en 2004 no han tardado en asignar, con una simpleza que espantaría si no fuera ya costumbre, a la guerra de Irak como responsable único de la derrota electoral de los republicanos en estas elecciones de mitad de mandato presidencial. Desde que Newt Gingrich firmó con otros candidatos republicanos su "Contrato con América" en 1994, su partido controlaba las dos Cámaras del Congreso, después de décadas de dominio esencialmente demócrata de las mismas. Por eso el vuelco, doce años después, de la Cámara de Representantes y previsiblemente también del Senado requiere que se tomen en consideración muchos más factores.

Lo primero a tener en cuenta es que las elecciones de mitad de mandato suelen dar la primacía al partido que no tiene la Presidencia, y las que tienen lugar durante el segundo mandato lo hacen con mucha mayor contundencia. Más sorprendente e inaudita fue la victoria republicana en 2002 que estos resultados. El revés de este siete de noviembre clava prácticamente la media de 29 representantes y 6 senadores perdidos por el partido de los presidentes al cumplir éstos su sexto año al frente de la nación. Dado el momento tremendamente bajo en popularidad de Bush, y los diversos escándalos que asolan las filas de los legisladores republicanos, no parece éste un castigo excesivo de cara a 2008.

Los resultados de los diferentes referéndums y hasta la elección del senador Lieberman –candidato a la vicepresidencia en 2000– por encima del millonario anti guerra que lo derrotó en las primarias demócratas parecen indicar que no ha existido ningún vuelco ideológico hacia la izquierda que deba preocupar por el momento a la coalición republicana. Si desean recuperar el poder que han perdido, seguramente deban escuchar más a sus bases, desencantadas no sólo por la gestión de la guerra en Irak sino, especialmente, por haber supuesto el Gobierno más derrochador desde Lyndon Johnson, siendo el partido que tradicionalmente ha hecho bandera del Gobierno limitado. En definitiva, han incumplido cuanto podía incumplirse de aquel "Contrato con América" que les permitió conquistar las Cámaras hace doce años. Cuando los republicanos se preocupan más de conservar el poder que de reducirlo, lo normal es que lo pierdan.

Dado el desencanto en las filas de los votantes republicanos, los norteamericanos han optado por ver si los demócratas son capaces de hacer algo distinto que oposición pura y dura. Después de seis años sin estar siquiera cerca de tocar poder a nivel nacional, ahora deben tomar decisiones, y eso será lo que evalúen los ciudadanos. Si caen en la tentación de continuar en la oposición descarnada –algo que podría suceder; ya se empiezan a escuchar propuestas de impeachment contra el presidente Bush–, probablemente descubran que ésta ha sido una victoria efímera. El Partido Demócrata sigue sin encontrar un discurso alternativo que le permita conectar con el ciudadano estadounidense medio; su victoria se debe a errores de sus contrarios y no a sus propios méritos. Mientras no logre ofrecer una alternativa creíble, tanto en política exterior como interior, éxitos como éste serán flor de un día y no un cambio de tendencia.

Bush ha reaccionado cesando a Rumsfeld, lo que reducirá en un momento difícil las críticas a su Gobierno tanto desde las filas de los demócratas como desde su propio partido, donde el secretario de Defensa era cada vez más discutido. Sin embargo, no parece que vaya a cambiar de convicciones esenciales por este revés electoral. Aunque los estadounidenses estén enfadados por cómo van las cosas en Irak, no desean que sus soldados se retiren, y Bush ha demostrado que es un político de convicciones y las mantiene en los buenos y en los malos momentos, gusten o no. Además, en la medida en que los resultados tengan que ver con la situación en Oriente Medio, sólo lo hacen por el lado del descontento con lo que hay, no con el entusiasmo por una alternativa que los demócratas no han ofrecido. Por tanto, quienes han tomado estos resultados como el punto de arranque para una derrota en Irak como la de Vietnam posiblemente se lleven un chasco.

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