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José Ignacio del Castillo

Marx y Keynes: paralelismos siniestros

¿Qué explicación encontrarían Marx y Keynes para los crecientes beneficios que año tras año consiguen hoy Google, Intel, Microsoft, Electronic Arts o Genentech, tal y como Xerox, Texas Instruments, Motorola o IBM hicieron hace décadas?

Karl Marx fue rudo. John Maynard Keynes refinado. Marx es el padre del socialismo real, Keynes tan solo la coartada intelectual de la socialdemocracia. Escarbando un poco, sin embargo, encontramos demasiadas coincidencias en los escritos de ambos autores como para que se nos pasen desapercibidas. Es posible que haya quien sostenga que la causa de tales coincidencias no es otra cosa que su adecuación a la realidad. En tal caso la carga de la prueba sigue recayendo sobre ellos a la hora de explicar no sólo el cúmulo de profecías fallidas de ambos, sino también la incapacidad de conciliar con sus teorías fenómenos como la generalización de las "clases medias", la estanflación o la imposibilidad del cálculo económico en los sistemas socialistas. Repasemos brevemente alguno de esos fatídicos paralelismos:

  1. Ambos autores centraron el objeto de su análisis en el ciclo económico de la sociedad de mercado capitalista. Más concretamente se centraron casi en exclusiva en las fases de crisis y depresión mostrando de ese modo una acusada inclinación anticapitalista. Keynes no sólo se concentra en el estudio de la depresión sino que llega a creer que éste es un estado permanente del que el mercado es incapaz de salir por sí mismo. Marx tiene igualmente en mente la depresión cuando habla de la pauperización de las masas y del ejército de reserva de trabajadores.
  2. Tanto Marx como Keynes achacan el desencadenamiento de la crisis a un colapso en la rentabilidad de las inversiones causado por la excesiva acumulación de capital y riqueza en pocas manos y la insuficiente demanda de los compradores. Es la vieja falacia del subconsumo.
  3. Tanto Keynes como Marx sostienen que la sociedad capitalista se encamina hacia un punto de máxima entropía, en el que desaparecen las oportunidades de inversión. ¿Qué explicación encontrarían Marx y Keynes para los crecientes beneficios que año tras año consiguen hoy Google, Intel, Microsoft, Electronic Arts o Genentech, tal y como Xerox, Texas Instruments, Motorola o IBM hicieron hace décadas?
  4. El acercamiento a los problemas económicos simultánea por un lado, la observación de fenómenos muy concretos con unas formulaciones teóricas en términos de macroagregados o clases sociales que ocultan lo que realmente está ocurriendo.
  5. El punto fundamental de ambas teorías es su ataque incondicional al dinero. En Marx el ataque es explícito. En Keynes se enmascara tras una terminología científica: la preferencia por la liquidez y el atesoramiento son los culpables de todos los desarreglos del mundo.
  6. Keynes, como Marx, encuentra en el interés el origen de todos los males. Igual que Proudhon, Solvay o Gessel aboga por el crédito gratuito para escapar de la tiranía capitalista.
  7. Marx tilda de anárquico el sistema de producción capitalista. Keynes, igualmente crítico, sostenía que "cuando el desarrollo del capital de un país se convierte en un subproducto de las actividades de un casino, es probable que la tarea se realice mal".
  8. Keynes y Marx defienden una fuerte redistribución de la renta con fines igualitarios –eufemismo para hacer respetable el robo cuando el Estado es el encargado del latrocinio– a través de un impuesto progresivo sobre la renta, la supresión del derecho de herencia y la nacionalización de la inversión (los medios de producción).
  9. La teoría valor-trabajo es explícita en Marx e implícita en Keynes, que utiliza unas fantasmagóricas unidades de salario.
En fin, Keynes no hizo más que actualizar el pensamiento socialista dando las mismas interpretaciones de la realidad que pensadores anteriores a él como los mercantilistas, Sismondi, Roedbertus, Proudhon, Marx o Gessel, proponiendo sin ambages la nacionalización del dinero, el crédito y la inversión (el capital) para el establecimiento de una nueva utopía totalitaria.

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