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EDITORIAL

Polvo en el camino y sangre en la cuneta

Las prisas y la cuantía con las que ETA exige el cobro, así como las nobles resistencias de una Judicatura que se niega a prevaricar en pro del mal llamado proceso de paz, están haciendo variar la estrategia comunicativa del gobierno.

La inocultable intensificación del terrorismo callejero y la amenazante insistencia con la que ETA-Batasuna recuerda a Zapatero "sus compromisos adquiridos" han forzado a destacados miembros del PSOE –incluido el ministro del Interior– a señalar su "preocupación" por las dificultades por las que traviesa el chantaje terrorista que el Gobierno del 14-M todavía trata de vender como "proceso de paz".

Hasta uno de los máximos artífices de esta mentira institucionalizada del "proceso de paz", como es el secretario de Organización del PSOE, José Blanco, ha querido ahora reconocer que estos hechos puedan "crear en los ciudadanos dudas legítimas y justificadas sobre la evolución del proceso de paz". Es más, destacados dirigentes del socialismo vasco y navarro, como Rodolfo Ares y Carlos Chivite, han señalado que así "no se pueden dar pasos adelante" y hasta han "condenado" extorsiones cuando hasta ahora ni siquiera querían reconocer su existencia.

Cabría preguntarse a qué santo viene ahora, por parte del Gobierno de Zapatero, tanta supuesta "preocupación" y tanta exigencia de "verificación" de la voluntad de ETA de dejar la violencia. ¿No la tenía ya el Gobierno verificada, según nos aseguró el sin par Pérez Rubalcaba?

Lo cierto es que el Gobierno del 14-M, lejos de "verificar" la, por otra parte y desde el primer momento, evidente y nula disposición de los etarras a renunciar al chantaje político, ha estado todo este tiempo de "alto el fuego" ocultando la naturaleza amenazante de los comunicados de ETA, que siempre ha dejado clara su voluntad de "volver a la lucha armada" si no se satisfacen los objetivos por los que ha asesinado a un millar de españoles. Son los mismos objetivos totalitarios y secesionistas por los que ETA ha accedido a un "alto el fuego", esperanzada por un presidente del Gobierno que a eso le llama "proceso de paz" y por el que hasta se comprometió públicamente a que "todo tuviera cabida, tenga el alcance que tenga".

Aunque el Gobierno del 14-M quiera disimular ahora su condición de "compañero de viaje" de estos chantajistas, lo que ocurre es que el terrorismo callejero ha hecho perder fuerza al anestésico del "alto el fuego" con el que el Ejecutivo encubre sus "pacíficas" trampas y mentiras. Zapatero sabe mejor que nadie la clase de explosivas esperanzas que indujo y sigue alimentando en ETA con tal de lograr un electoral, temporal y aparente cese de la violencia. Ahora, una ETA-Batasuna más envalentonada que nunca le reclama lo acordado. Las prisas y la cuantía con que ETA exige el cobro, por encima de la ley y "todas esas zarandajas", así como las nobles resistencias de una judicatura que se niega a prevaricar en pro del mal llamado proceso de paz, están haciendo variar la estrategia comunicativa del Gobierno.

Ahora José Blanco tiene la desfachatez de decir que el terrorismo callejero deja en evidencia que el Gobierno "no paga ningún precio político por la paz", cuando lo cierto es que si algo está quedando en evidencia, tal y como era previsible, es que ETA, pese a las cesiones del Gobierno, no tiene bastante comparado con las esperanzas soberanistas que todavía hoy Zapatero se niega a defraudar.

Por eso, que nadie se engañe. Zapatero insistirá en ir de la mano de ETA, por mucho que, en ese viaje, el Estado de Derecho sólo pueda encontrar polvo en el camino y sangre en la cuneta.

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