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Salvar Irak

Es lógico tratar de incluir en la discusión a los países vecinos, pero en este momento ellos son los fuertes y con una estrategia de este tipo sólo allanaremos el camino para que lo sean aún más.

Tras la derrota electoral de los republicanos –que no victoria demócrata– se ha creado cierta confusión alrededor del posible cambio de la política de Estados Unidos hacia Irak. Las expectativas están puestas en la comisión bipartidista Iraq Study Group –presidida por el republicano y antiguo secretario de Estado James A. Baker III junto al demócrata Lee Hamilton– que fue creada en marzo de 2006 a petición de algunos miembros del Congreso y con el apoyo del gobierno, para mostrar una nueva perspectiva de la situación en Irak. La comisión Baker-Hamilton publicará un informe antes de que acabe el año con una serie de recomendaciones que, según ha transcendido a la prensa, apuestan por resolver las tensiones en Oriente Próximo como vía para estabilizar Irak. Un reto muy loable y nada nuevo pero quizá excesivo para una comisión que debería ser más pragmática y retomar su mandato inicial. Es decir, evaluar la actual situación de Irak y las causas de su inseguridad, determinar los cometidos necesarios para que las autoridades de Bagdad puedan promover la reconciliación y sugerencias sobre algún tipo de presencia militar interna y/o externa que de alguna manera ayude a mejorar la situación en el país.

Según Baker –y como recoge la prensa– para llevar a cabo los planes de paz en Oriente Medio y de este modo poner fin al derramamiento de sangre en Irak, hay que involucrar a Siria e Irán. Es lógico tratar de incluir en la discusión a los países vecinos, pero en este momento ellos son los fuertes y con una estrategia de este tipo sólo allanaremos el camino para que lo sean aún más. Por otro lado, las probabilidades de que sea posible negociar con el enemigo para encontrar una solución pacífica en la región son prácticamente nulas. La tensión se está incrementando en la zona con la última crisis política en Líbano, provocada por la renuncia de cinco ministros pro sirios del gobierno de Fuad Siniora. Ésta se produjo tras el apoyo de Beirut a la ONU para la creación de un tribunal especial que juzgue a los responsables del asesinato de Hariri, un tribunal que Siria e Irán han intentado obstaculizar por todos los medios. Por otro lado, Ahmadineyad ha anunciado esta semana que su programa de enriquecimiento de uranio estará completo y operativo antes de febrero. A ver ahora quien les involucra en la búsqueda de una solución de paz. Negociar con Teherán y Damasco debería ser contemplado sólo como un premio a un cambio de actitud de 180 grados y nunca antes.

Parece que al primer ministro británico le ha gustado la idea de negociar con el enemigo y, en su afán por alcanzar un lugar en la historia, se ha apuntado al acercamiento diplomático con Irán y Siria. En sus últimos meses de mandato está dispuesto a liderar una estrategia global en Oriente Medio, celebrar una conferencia al estilo de Madrid y Oslo, y centrar sus esfuerzos en hacer avanzar el proceso de paz en Palestina. Pero es que el entendimiento entre Israel y Hamás parece incluso menos probable que llevar la paz a Irak. Después de nueve meses en el gobierno, Hamás no ha cambiado su posición de no reconocimiento a Israel y de apoyar la lucha armada. Los detractores del primer ministro dicen que Blair se siente presionado por las informaciones de inteligencia que advierten sobre nuevas amenazas terroristas en suelo británico, y quiere aplacar la opinión pública islámica filtrando la idea de que es la política de Israel el motivo que inspira a los terroristas islámicos. Cómo nos recuerda a Zapatero.

Tener una visión más flexible de los problemas en Oriente Medio y principalmente en Irak, como piden algunos demócratas y muchos europeos a la administración Bush tras su derrota en las legislativas, puede distorsionar la realidad, y la realidad hoy por hoy son las bombas y los secuestros en Irak, las armas nucleares en Irán y el rearme de Hezbolá. Negociar con el enemigo puede que salve en el corto plazo a Washington y a Londres, pero no a los iraquíes.

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