Menú
GEES

Un asesinato anunciado

Gemayel no será el último político moderado asesinado en Líbano. Otras ejecuciones están por llegar hasta desestabilizar este pobre país, que caerá definitivamente en manos de Siria si Occidente no actúa pronto y con decisión.

Eran otros tiempos. Siria se encontraba aislada. Estaba bajo la amenaza de una invasión norteamericana por colaborar con la "insurgencia". Su presencia en Líbano, mediante un régimen policíaco dirigido desde Damasco, se hacía cada día más intolerable. Assad calculó mal sus fuerzas cuando aprobó el asesinato del dirigente sunita moderado Rafik Hariri. La indignación llevó a los libaneses a echarse a la calle, mientras que Francia y Estados Unidos decidían ignorar sus malas relaciones para establecer una acción conjunta, animada por los grupos libaneses en el exilio. El Consejo de Seguridad adoptó una posición firme y Assad se vio obligado a retirar sus tropas y dejar paso a un ensayo democrático en el Líbano, con el respaldo de sunitas, drusos y cristianos. Había sido una humillante derrota.

El tiempo pasa y las circunstancias cambian. El proceso político iraquí está bloqueado por la actuación violenta de las milicias baasistas, con apoyo sunita y la colaboración de Siria, y del Ejército del Mahdi, animado desde Teherán. La sociedad norteamericana ha perdido su confianza en Bush como comandante en jefe y los demócratas han reconquistado ambas cámaras con un discurso abandonista. Estados Unidos no está pensando invadir ni atacar a Siria. Más aún, se oyen voces en Estados Unidos, y son muchas, que piden un diálogo abierto con los regímenes de Damasco y Teherán. Assad se siente fuerte porque está ganando la batalla de Irak y los norteamericanos la están perdiendo.

Irán y Siria consideraron llegado el momento de recuperar el control del Líbano. Una vez más utilizaron a Hezbolá para desestabilizar el proceso democrático en marcha. La provocación a Israel no fue más que un instrumento para romper el guión establecido por las grandes potencias democráticas, en conjunción con las fuerzas moderadas. Los chiítas, excluidos del acuerdo por su alianza con Siria e Irán, provocaron la guerra con Israel y, a un precio elevadísimo, lograron su objetivo. Demostraron al Islam que las Fuerzas Armadas israelíes no podían acabar con su existencia y que, aun en el peor de los momentos, eran capaces de seguir lanzando misiles contra su vecino del sur. Nasrallah, convertido en un Nasser islamista, proclamó la victoria y comunicó al Líbano que el gobierno de Siniora tocaba a su fin. Era "ilegítimo" porque debía su existencia a la injerencia de las potencias occidentales. En otras palabras, no habría paz mientras cristianos y sunitas no aceptaran la hegemonía siria y el control de las milicias chiítas teledirigidas desde Teherán.

El asesinato de Pierre Gemayel, nieto del fundador del principal partido cristiano, hijo y sobrino de presidentes de la República, representante de la más poderosa y significada familia cristiana, estaba anunciado, como lo estuvo el del principal líder del sunismo, Hariri. Irán y Siria se sienten fuertes y no van a cesar hasta trasformar el Líbano y Palestina en enclaves islamistas. Para ellos la guerra civil es una opción perfectamente aceptable, entre otras cosas porque saben que para nosotros ese escenario es inasumible, que ningún político se embarcaría en situaciones tan complejas. Mientras Irán siga comprobando que la violación del régimen de no-proliferación nuclear, el apoyo a Hezbolá y la desestabilización de Irak le sale gratis, continuará adelante poniendo patas arriba Oriente Medio. Mientras Siria pueda seguir dando facilidades a los violentos en Irak y en Líbano sin coste alguno, continuará apoyando los designios de Teherán.

Gemayel no será el último político moderado asesinado en Líbano. Otras ejecuciones están por llegar hasta desestabilizar este pobre país, que caerá definitivamente en manos de Siria si Occidente no actúa pronto y con decisión.

En Internacional

    0
    comentarios