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Fundación Heritage

Por qué la OTAN debe evolucionar

Afganistán tiene una historia de resistirse a las intervenciones foráneas, desde Alejandro el Grande, pasando por el Imperio Británico hasta la Unión Soviética; de modo que, como caso de prueba, probablemente es el reto más difícil que se pueda concebir.

Helle Dale

¿Puede evitar la OTAN el rigor mortis? Perdónenme el chiste, pero como los líderes de los países de la OTAN se van a reunir la próxima semana para su cumbre anual en Riga, Letonia, creo que es una pregunta razonable. La respuesta podría estar en Afganistán, donde la OTAN está actualmente desempeñando su primera misión fuera de Europa. Los países de la OTAN son conscientes de este hecho y han expresado su fuerte determinación para que su misión se convierta en un éxito.

Dado que los retos globales aumentan, Afganistán probablemente sea sólo la primera de una serie de ese tipo de misiones. En el futuro, puede que miremos a la OTAN como una alianza global, idea que cada vez más se está considerando muy en serio. Como lo afirma la embajadora de Estados Unidos ante la OTAN Victoria Nuland: "Si no podemos llevar a cabo misiones como la de Afganistán, entonces no podremos cumplir nuestra misión en su conjunto". No obstante, Afganistán presenta dos problemas para la OTAN, uno que está más allá de nuestro control y otro por el que podemos hacer algo.

Lo primero que hay que considerar es que Afganistán tiene una historia de resistirse a las intervenciones foráneas, desde Alejandro el Grande, pasando por el Imperio Británico hasta la Unión Soviética; de modo que, como caso de prueba, probablemente es el reto más difícil que se pueda concebir. Con un historial de guerra tribal, una pobreza inimaginable en nuestra parte del mundo, un terreno tan inaccesible como ningún otro en la tierra y una identidad nacional extremadamente endeble, Afganistán está progresando muy lentamente en su reconstrucción. Aparte de los esfuerzos militares, las labores civiles están dispersas, mal coordinadas y a menudo dotadas con fondos insuficientes. Pero, comparado con Irak, Afganistán tiene el potencial de ser un éxito aunque sea bajo esas difíciles circunstancias.

Segundo, y más pertinente como objeto a discutir en la cumbre de Riga, las tropas de la OTAN en el terreno están sujetas a restricciones en sus actividades impuestas no por el mando en la zona, sino por sus propios gobiernos nacionales. Esto representa un considerable obstáculo para su efectividad. Como afirmaba con frustración un funcionario del Pentágono recientemente: "Ésta no es la forma de operar de una alianza". Cómo afrontar esas "precauciones" que acosan a esta misión debería ser la prioridad en la agenda de la cumbre.

Los 26 países de la OTAN tienen actualmente tropas en terreno afgano, pero sus números varían en extremo. Y el secretario general Jaap de Hoop Scheffer tuvo que presionar mucho para conseguir el número actual de 32.000 tropas, que no obstante sigue siendo menos de lo que se necesita. En algunas provincias como las regiones fronterizas con Pakistán, por ejemplo, prácticamente no hay tropas de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF). En septiembre del año pasado, recriminó a los miembros de la OTAN que "si uno es miembro de una alianza basada en la solidaridad, uno tiene que dar lo necesario... Hace falta que hagamos más".

El Reino Unido y los Estados Unidos son los que actualmente forman el grueso de los 32.000 militares de la OTAN, con Gran Bretaña contribuyendo con 6.000 y Estados Unidos con 12.000, las cuales sólo hace poco se han incorporado bajo el mando de la OTAN. Canadá viene en tercer lugar con 2.500 y Alemania es cuarta con 2.700. Holanda tiene 2.000, Italia 1.800 y Francia menos de 1.000. Los nuevos miembros de la OTAN, cuyo deseo de mostrar su buena fe y civismo con la OTAN se ve obstaculizado por su poca capacidad actual, tienen unos 100 militares o menos.

Como decía a la Associated Press el general de brigada Tim Grant, a cargo de las fuerzas canadienses en Afganistán, si el mando de las fuerzas de la OTAN "tuviera más flexibilidad para el despliegue y el uso de todas las tropas, pienso que sería mejor para todos".

Además, las restricciones impuestas por varios países de la OTAN limitan las áreas en las que se pueden desplegar tropas. Solamente 6 de los 26 miembros de la OTAN no tienen restricciones sobre el despliegue de sus tropas. Las tropas de Alemania, por ejemplo, están confinadas a la parte norte de Afganistán y están limitadas a proyectos de construcción. Las tropas turcas siguen presentes en la región de Kabul pero el gobierno turco ha rechazado comprometerse en cualquier operación al sur.

James Jones, comandante supremo aliado en Europa de la OTAN y comandante del comando europeo de los Estados Unidos, ha estimado que hay 102 restricciones nacionales, de las cuales 50 suponen un serio detrimento para el despliegue. Polonia anunció recientemente que retiraría las restricciones a las tropas polacas, ejemplo que otros deberían seguir.

Todo esto debería servir para añadir algo de análisis serio en Riga sobre qué tipo de alianza quiere ser la OTAN en un ambiente mundial de posguerra y post 11-S. La respuesta podría ser una alianza con alcance global que incluya a otros aliados como Australia y Nueva Zelanda, en los cuales siempre se puede confiar porque estarán allí donde hagan falta. Si la OTAN no quiere atrofiarse, va a tener que evolucionar.

©2006 The Heritage Foundation
* Traducido por Miryam Lindberg

Helle Dale es directora del Centro Douglas y Sarah Allison para Estudios de Asuntos Exteriores y de Defensa de la Fundación Heritage. Sus artículos se pueden leer en el Wall Street Journal, Washington Times, Policy Review y The Weekly Standard. Además, es comentarista de política nacional e internacional en CNN, MSNBC, Fox News y la BBC.

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