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Pablo Molina

La antropomorfa

Rosa Peris afirma que la modificación de los sustantivos genéricos es "una necesidad existencial de la mujer", convirtiéndose así en portavoz de todas las mujeres, la inmensa mayoría de las cuales no pierde el tiempo con las gilipolleces de su instituto.

La cruzada por la pulcritud en el lenguaje según el canon de lo políticamente correcto, tiene en el Instituto de la Mujer uno de sus más firmes valladares. En este caso, se trata de evitar la discriminación sexual en el lenguaje, adaptando los sustantivos a esta nueva realidad de género. Lo normal en un país cuyo presidente se declara rojo y feminista, aunque no necesariamente por ese orden.

El Instituto de la Mujer es un departamento tan inútil como otros cientos de organismos que infestan nuestra administración, si exceptuamos los varios miles de "observatorios" existentes, pináculo de la estolidez humana hecha órgano administrativo, que en esta materia encabezan la lista a gran distancia del segundo clasificado. Jamás los supuestos problemas de las sociedades estuvieron tan observados como ahora. Eso no quiere decir que el gobierno vaya a resolverlos, claro. Los problemas seguirán ahí pero muy bien observados, lo que es un alivio, sobre todo para el bolsillo de miles de funcionarios dedicados a "observar" día y noche el problema en cuestión.

La creación de organismos sigue en las socialdemocracias el proceso inverso dictado por la lógica. Primero se crean y después se buscan las funciones que deberán realizar. No hay noticia de ningún país del mundo en el que un departamento gubernamental se haya autodisuelto por considerar que sus actividades ya no son necesarias. Al contrario, la vocación de los burócratas es crecer más y más, aunque para ello tengan que acabar protagonizando majaderías como ahora el Instituto de la Mujer y su campaña "nombra en red", o la otra empresa cultural del mismo instituto destinada a reformar los cuentos infantiles en clave progresista, uno de cuyos primeros requisitos es exigir que se hable de personajes y "personajas".

Rosa Peris, la presidenta del invento, afirma con total seriedad que la modificación de los sustantivos genéricos es "una necesidad existencial de la mujer", convirtiéndose así en portavoz de todas las mujeres, la inmensa mayoría de las cuales no pierde el tiempo con las gilipolleces de su instituto. Pero los progres son así; como ungidos que son suelen hablar en nombre del género humano. También dice "la presidenta de las mujeres" que el masculino genérico es un "ladrillo simbólico del patriarcado", para finalizar metiéndole un chorreo a la Real Academia por permitir que la lengua española tenga tantas connotaciones "antropomórficas" y además por no cumplir el requisito de paridad entre sus miembros. Con su facilidad para el patinazo metafórico, yo creo que a doña Rosa habría que hacerle un hueco en la academia, sentadita al lado de Carmen Calvo, la sucesora de Antonio Nebrija, gran experta en etimología latina. Menudo par de personajas.

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