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Jeff Jacoby

Fanatismo antimilitar

Un buen número de estudiantes del JROTC estaban presentes cuando se reunió la junta escolar; muchos de ellos rompieron a llorar tras la votación.

"Al principio Dios creó a los idiotas", observó Mark Twain. "Eso fue para practicar. Después creó las juntas escolares". La votación la semana pasada de la Junta de Educación de San Francisco 4 a 2 en favor de abolir el programa Junior Reserve Officers' Training Corps, que lleva noventa años activo en los institutos de la ciudad, parece apoyar su opinión.

¿Por qué se ha eliminado el JROTC? No será por falta de interés. Más de 1600 estudiantes de San Francisco toman parte actualmente en sus actividades de voluntariado. "Los chicos adoran este programa como si fuera de la familia", observa el San Francisco Chronicle. Es "un programa que apoyan incondicionalmente estudiantes y padres".

El dinero tampoco es el problema. Gestionar el JROTC cuesta a la ciudad menos de un millón de dólares de un presupuesto escolar anual de 356 millones de dólares. La mala gestión tampoco. El Chronicle informa que "nadie ha ofrecido una alternativa tan coherente y bien gestionada como el JROTC".

¿Seguridad? Tampoco. Aunque los cadetes llevan uniforme, no llevan armas; los programas no violentos del JROTC ponen el énfasis en la capacidad de liderazgo, la autodisciplina, la ciudadanía y el trabajo en equipo. "Así es como los chicos se sienten seguros", asegura un instructor, el teniente del ejército retirado Robert Powell.

Y ciertamente el problema no es la ausencia de diversidad. En una noticia acerca de los cadetes del JROTC en el Instituto Galileo, la reportera del Chronicle Jill Tucker escribe: "La altura de estos estudiantes oscila entre 1'60 y 1'85. Atléticos e inválidos. Destinados a la universidad y graduándose por los pelos. Homosexuales y heteros. Blancos, negros y marrones. Algunos abandonan el centro camino de las casas más grandes con vistas a la playa. Otros se montan en autobuses camino de Bayview-Hunters Point". Varios de los estudiantes proceden de familias inmigrantes. Al menos uno es autista.

De modo que, ¿qué problema hay con el JROTC? Ninguno en absoluto. El problema está en el fanatismo antimilitar de la mayoría en la junta escolar y en los activistas "pacifistas" que hicieron presión contra el programa con el argumento de que las escuelas de San Francisco no debían verse manchadas por una asociación con las fuerzas armadas de Estados Unidos.

"No queremos que el ejército arruine nuestras instituciones civiles", dijo Sandra Schwartz, del Comité de Servicio de Amigos Americanos, una organización pacifista de extrema izquierda que condena de manera rutinaria la política exterior norteamericana y se opone al JROTC a nivel nacional. "En una democracia sana... al ejército se le contiene". Dan Kelly, miembro de la junta que votó con la mayoría, llamaba al JROTC "básicamente un programa de reclutamiento para el ejército". En la práctica no es nada de eso. La gran mayoría de los cadetes no termina sirviendo en el ejército.

Pero los hechos nunca han importado demasiado a ideólogos autocomplacientes como Schwartz o Nelly, que son libres de manifestar su desprecio al ejército porque viven en una nación que permite tal libertad incluso a idiotas o ingratos. Parece que nunca se les pasa por la cabeza que las libertades y la seguridad que dan por sentadas se desvanecerían en un suspiro si no fuera por los jóvenes hombres y mujeres que eligen llevar uniforme, arriesgando la vida y la integridad física voluntariamente al servicio de la nación.

Según el Chronicle, un buen número de estudiantes del JROTC estaban presentes cuando se reunió la junta escolar; muchos de ellos rompieron a llorar tras la votación. Aunque sea triste decirlo, probablemente deberían haber sabido que iba a ocurrir. Porque en esta moda de antimilitarismo, la junta escolar no estaba en absoluto marcando una nueva tendencia.

En 1995, la junta de supervisores de San Francisco borró del mapa la famosa Calle del Ejército, rebautizándola como Calle de César Chávez. El año pasado, los supervisores del consistorio no permitieron que el USS Iowa, un histórico buque de guerra de la Segunda Guerra Mundial, atracara en el Puerto de San Francisco. Al igual que la votación de la junta escolar, el desprecio del Iowa era concebido como una bofetada al ejército norteamericano y la política exterior que éste sostiene. El supervisor Chris Daly explicaba su voto en contra de aceptar el barco de guerra anunciando: "No estoy orgulloso de la historia de los Estados Unidos de América desde los años 40".

En el 2005, los electores de San Francisco aprobaron por amplia mayoría la Measure I, un referéndum no vinculante denominado "College Not Combat", que pide la exclusión de reclutadores militares de los institutos y centros públicos de enseñanza. La posición política imperante era resumida en un titular del Weekly Standard: "San Francisco al ejército: muérete".

No todo el mundo se siente de ese modo. En su propio crédito, el alcalde Gavin Newsom criticó a la junta escolar la semana pasada por "faltar al respeto de los hombres y mujeres de uniforme" y advertía que tumbar el JROTC solamente aceleraría la huida de los centros públicos de los residentes de la ciudad. "¿Creen que esto va a ayudar a mantener a las familias en San Francisco?", preguntó. "No. Va a ser perjudicial".

¿Va a ser? Para 1.600 chicos que ahora afrontan la muerte de un programa que infundía objetivo, camaradería y autorrespeto a sus vidas, el daño ya está hecho.

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