Menú
Víctor Llano

El nuevo carcelero sólo tiene una bala y no la puede gastar

Este sábado se ha confirmado que el Monstruo de Birán ha perdido la poca lucidez que aún conservaba. Sólo así se entiende que su sucesor se muestre ahora dispuesto a negociar sus diferencias con Estados Unidos

Fidel Castro no ha podido cumplir su promesa y celebrar junto a sus rehenes y cómplices que el último 13 de agosto alcanzó los 80 años. Lo más probable es que no le haya importado mucho. Dicen que lo que le preocupa ahora es llegar a saber si hay vida más allá de la muerte. Lástima que no se lo preguntara cuando ordenaba miles de fusilamientos. Hoy es él quien se atormenta con tan delicada cuestión.
 
Por fortuna, no parece contar con mucho tiempo para dar con la respuesta. En cualquier caso, sus carceleros, disfrazados de sanitarios, no le permitieron presidir el desfile militar con el que se celebró su último cumpleaños. Prefieren que corran todo tipo de rumores sobre su salud antes de permitirnos ver cómo abrazaba con afligida devoción el rosario que bajó de Sierra Maestra.
 
No les quepa la menor duda. Este sábado se ha confirmado que el Monstruo de Birán ha perdido la poca lucidez que aún conservaba. Sólo así se entiende que su sucesor se muestre ahora dispuesto a negociar sus diferencias con Estados Unidos. Muy seguro ha de estar de que su hermano no recuperará la conciencia. De otro modo, jamás se hubiera atrevido a ofrecerle diálogo a la potencia enemiga con el único objetivo de resolver “el prolongado diferendo” entre la tiranía castrista y el vecino del norte.  
 
¿Con qué puede negociar el nuevo coma-andante? Con nada que no responda a un más férreo control de la inmigración. Y lo tiene muy complicado. A Raúl -más conocido como “el  Breve”- le consta que sólo con una ordenada administración del sufrimiento ajeno podrá chantajear a los estadounidenses. Pero todo tiene un límite y no hay plazo que no se cumpla. Ya nada será igual. Los cubanos saben que el máximo líder de sus verdugos no volverá. No se conformarán con que nada cambie. Y por poco que cambie, no transcurrirán muchos meses sin que se desplome la barbarie. Sólo les queda esperar. Y no demasiado. Después de tanto remar no morirán en la orilla. Su nuevo carcelero sólo tiene una bala y no la puede gastar.

En Internacional

    0
    comentarios