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Pío Moa

Azaña y las reformas

Por supuesto, varias reformas de la república estaban bien concebidas en principio, sobre todo la institución de una democracia liberal. Pero entonces, de nuevo, ¿por qué la población rechazó a las izquierdas en 1933?

Ya he dicho que Reig escribe en nombre y con ayuda de sus numerosos pares, desde Preston a Bernecker, pasando por Ángel Viñas y bastantes más, y eso me obliga a leerle y contestarle. Un deber fatigoso para persona de mi edad y sobrecarga de trabajo, porque, también lo indiqué, Reig tiene un don extraordinario para la divagación y la retórica barroca, fogosa y farragosa. Dos botones de muestra: "La mala historia se combate sencillamente con la buena historia. Ya lo sabemos. Nosotros no somos tan necios de autoalabarnos y considerarnos el Oráculo de Delfos o la mamá de Tarzán. No tenemos con estas páginas otra pretensión, como hemos reiterado por exceso, que la de la firme denuncia documentada y razonada ante la opinión pública de lo que nos parece un fraude intolerable. Y en este país de pícaros y estafadores (hoy toca Afinsa como ayer tocó Matesa, por no retrotraernos a los fenicios), convendría empezar de una vez por todas a apelar a la medicina preventiva antes que recurrir a la paliativa, tarde y mal. Además, es socialmente mucho más barato". Y he aquí un prodigio de fino razonamiento en torno al asesinato de Calvo Sotelo: "Así, aquel Gobierno, el republicano, estaría manchado de sangre, implicado en semejante 'crimen de Estado', como se deduce de tan ejemplar y digno escribidor [Moa] y tal y como decía y escribía en su momento su maestro, que confundía crimen político con crimen de Estado (no nos atreveríamos a decir si por mala fe o por simple ignorancia). Claro que él no es catedrático de Derecho Político como lo era Gil Robles. Si 'todo apunta a que el Gobierno sí estuvo más o menos implicado en semejante crimen, según los Moa y demás tropa, si los regímenes y gobiernos democráticos anteriores al que hoy disfrutamos eran criminales, ¿por qué no va a haber algo oculto, raro, inconfesable, detrás de los atentados del 11-M? ¿No hay mochilas probatorias...?" Etcétera, etcétera.

Tiradas parecidas llenan el libro, que con la décima parte de su extensión se haría más inteligible para personas de mente y tiempo limitados, como quien esto escribe. El bravo Reig entronca visiblemente con la gloriosa tradición de Fray Gerundio de Campazas, y a ratos recuerda al clérigo Mr. Collins de Orgullo y prejuicio, por su habilidad para interpretar las situaciones de un modo peculiar e intransferible, y atribuir a otros sus propios dislates. Aquí Reig, debe admitirse, resulta en cierto modo más clerical que marxista.

Como se comprenderá, nunca terminaríamos de aclarar cada equívoco y enredo del camarada, por lo que me limitaré a dos casos, suficientes, a mi entender: el de Azaña y el de Franco en relación con la guerra mundial. En el artículo anterior expuse la razón de que los marxistas, con doble ilegitimidad, otorguen a Azaña el título de demócrata intachable. Tocaré ahora el otro tema clave de la historiografía lisénkico- tuñonesca en relación con el personaje: "Azaña –asegura Reig– fue un reformista moderado, el aliado objetivo (el más realista) de la contrarrevolución, el único que podía reconducir parlamentariamente las reformas que la sociedad española necesitaba imperativamente para modernizarse. Azaña era la mejor garantía contra la revolución pero su posición abiertamente reformista, modernizadora, resultaba excesiva para el bloque oligárquico cuyos propagandistas se empecinaron siempre, y ahora absurdamente insisten, en presentarlo como un radical e incluso como un revolucionario. Eso es precisamente lo que le hacía más peligroso que cualquier otro planteamiento revolucionario. El proyecto de Azaña era factible. Sólo un frívolo ignorante o un renovado propagandista puede decir que Azaña era un jacobino, como Largo Caballero un comunista radical, un bolchevique o un revolucionario pelele de Stalin."

¡Caramba! ¿Y por qué, entonces, Azaña eligió aliarse con los marxistas y los separatistas (no todos lo eran pero sí una gran parte) catalanes, y luego también con los comunistas? ¿Por qué impuso una Constitución por rodillo abiertamente anticatólica, que no simplemente laica? ¿Por qué replicó a la victoria electoral de las derechas en 1933 con intentos golpistas? ¿O por qué Largo Caballero ostentó el ilustre título de El Lenin español y predicó la dictadura del proletariado, defenestró al moderado (este sí) Besteiro y organizó la guerra civil en 1934? Y así sucesivamente. En fin, ¿lo harían todo por puro afán reformista y hasta contrarrevolucionario? Cuando Reig y sus pares se ponen en acción ya no hay límites, todo se vuelve posible. Su materialismo histórico les permite decidir cuál fue el papel "objetivo"de los protagonistas de la historia, no importa lo que hayan dicho y hecho, y en ese papel los encajan, les guste o no, con aplanadora presión "científica".

Y, puestos a ello, ¿quién atacó violentamente, desprestigió y terminó por hundir a Azaña en el primer bienio: el "bloque oligárquico" o el sindicalismo "popular" de la CNT? ¿Y de quiénes se queja constantemente Azaña en sus diarios si no es, principalmente, de sus propios correligionarios, de quienes pinta un retrato como ni Arrarás hizo? Repito: nada mejor que leer los diarios de Azaña para descartar los enredos de sus hagiógrafos, empezando por Santos Juliá; y también para entender algo de lo que fue aquella república.

Y sobre las "reformas imperativas y modernizadoras", ¿cómo explican estos brillantes historiadores el hecho de que el pueblo, supuestamente su gran beneficiario, rechazase a Azaña y los suyos por muy amplia mayoría en 1933, después de dos años de experimentar sus provechosos efectos? ¿Constituía esa mayoría popular el "bloque oligárquico"? ¿O dejaba de ser popular por haber votado al centro derecha?

Estas y otras muchas cuestiones parejas asaltan a cualquier historiador... que no pertenezca al refinado gremio de los lisenkos y afines. Realmente el proceso modernizador de España venía acelerándose desde comienzos de la Restauración, y había experimentado un especial impulso bajo la dictadura de Primo de Rivera. Hay una creciente bibliografía al respecto y en Una historia chocante lo he tratado con alguna extensión. En cambio, los republicanos de izquierda, con habitual demagogia, y luego nuestros marxistas y marxistoides, han vendido la imagen de una sociedad estancada y absolutamente atrasada antes de la llegada de la república y sus salvíficas reformas.

Por supuesto, varias reformas de la república estaban bien concebidas en principio, sobre todo la institución de una democracia liberal. Pero entonces, de nuevo, ¿por qué la población rechazó a las izquierdas en 1933? Por una razón muy simple, aunque incomprensible para nuestros "científicos" agremiados: porque la democracia había sido rebasada por las izquierdas en medio de una creciente violencia, casi toda ella también de izquierdas y gubernamental, y porque la alianza de la presunta inteligencia republicana y los gruesos batallones populares emprendió las reformas con tal carga de sectarismo e ineptitud, que abocó al país a una crisis radical. Así ocurrió con la reforma del ejército o la agraria, o la expansión de la enseñanza pública, que no resolvieron nada y en cambio crisparon al límite a la sociedad. Por esa razón. Y de ahí, también, que las poco o nada democráticas izquierdas, desde Azaña a los comunistas, pasando por el PSOE, la CNT y casi todos los republicanos de izquierda, rechazasen violentamente, a su vez, el veredicto de las urnas, pretendiendo, en frase de Azaña, que solo ellas tenían "títulos" para gobernar. Insisto, Reig y sus pares deberían leer con mayor atención a Azaña y no pasar por alto sus observaciones, a menudo agudas, como "palabrería", según las califica nuestro crítico. Aprenderían mucho.

También debo insistir en esto: los continuos errores y desvirtuaciones de la historiografía progre provienen inevitablemente, sean cuales fueren el talento o el esfuerzo de sus cultivadores, de sus concepciones de base, que les llevan a caer en auténticas monstruosidades interpretativas. En el próximo artículo comenzaré con Franco y la guerra mundial.

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